JOSÉ IGNACIO MORENO LEÓN

 

Ingeniero Químico, con Maestría en Administración en la Universidad Central de Venezuela y Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Asimismo Ex–Ministro de Energía y Minas; ex–Embajador en Canadá, ex–Ministro del Fondo de Inversiones de Venezuela; Superintendente fundador del SENIAT; ex–Miembro del Directorio del Banco Central de Venezuela, y ex rector de la Universidad Metropolitana.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París el 10 de diciembre de 1948, establece en su Artículo 26 la obligatoriedad de la educación primaria “gratuita y universal” y proclama el “derecho al desarrollo de la personalidad humana”. En 1996 la UNESCO, ante el reto del cambiante mundo que se aproximaba  a un nuevo milenio, hizo público un informe elaborado por la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI con el título de La Educación encierra un tesoro, en el que se propone la noción de la educación durante toda la vida “como una de las llaves de acceso al Siglo XXI”, y se señalan cuatro pilares básicos como objetivos de la nueva educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir en la sociedad.

 

Las propuestas anteriores revisten gran validez ahora que ya en la humanidad se está configurando un cambio epocal hacia la postmodernidad. No hay dudas de que la educación está siendo condicionada en este nuevo milenio por una dinámica de profundas y continuas transformaciones que afectan en la práctica la casi totalidad del quehacer de la colectividad humana. Se trata del surgimiento de nuevas realidades que plantean grandes interrogantes sobre qué tipo de enseñanza y qué contenidos educativos se requieren para la formación del ser humano con los nuevos conocimientos, habilidades y destrezas que le permitan desempeñarse exitosamente durante toda la vida en el cambiante entorno global de la postmodernidad.

El nuevo paradigma educativo y las nuevas metodologías, instituciones y sistemas de apoyo al proceso educativo  van a estar determinadas por el enorme y dinámico flujo de temas  generado en la sociedad de la información y del conocimiento que caracteriza al presente siglo. Es así por lo que sistemas educativos de avanzada están desarrollando novedosos métodos de enseñanza y aprendizaje sustentados en la promoción del pensamiento crítico, el desarrollo de habilidades comunicativas y creativas y las capacidades para sustentar la disciplina del aprendizaje continuo y del trabajo en equipo. Todo ello con el objetivo de promover las capacidades para el desempeño diario y para que los educandos desarrollen las habilidades para reinventarse continuamente y adaptarse permanentemente a la dinámica de cambios futuros, con capacidad para entender las nuevas realidades y mantener un balance mental frente a  nuevas y cambiantes situaciones.

Ese nuevo paradigma educativo debe responder  a las demandas de una economía global y cibereconomia que ya no estará fundamentada en la tradicional explotación de materias primas y recursos naturales, sino en el aprovechamiento del conocimiento, ya que la dinámica de los avances científicos y tecnológicos  le está permitiendo a los seres humanos la capacidad de reprogramarse y de generar la reingeniería de su comportamiento vital, lo que está promoviendo  nuevas herramientas y nuevos sistemas de aplicación en la docencia con profundas transformaciones en las instituciones y en las actividades de apoyo al proceso educativo. No hay dudas de que al impulso de estas nuevas realidades, incluyendo la expansión de la robótica y de la aplicación de la inteligencia artificial, van a desaparecer muchas de las profesiones hasta ahora conocidas, con el surgimiento de otras nuevas y novedosas actividades  con menor injerencia de los seres humanos en la ejecución de las mismas. Todo lo cual representa preocupantes riesgos por el potencial peligro de destrucción de valores y principios éticos que estos cambios pueden generar distorsionando la conducta individual y el comportamiento del ser humano en sociedad.

Fernando Savater, quien es un crítico mordaz de las corrientes reduccionistas que pretenden justificar los cambios para un nuevo paradigma educativo solo en función de un enfoque economicista y en respuesta a las demandas de Internet y la cibernética, insiste en que la primera función de la educación, o el primer aprendizaje escolar debe ser el de aprender a convivir como grupos humanos, sujetos a ciertas normas de respeto y a la comprensión y ejercicio de valores sociales, incluyendo el conocimiento y práctica de los procesos democráticos. Es por ello que las instituciones del nuevo sistema educativo que demanda la sociedad postmoderna, desde el preescolar hasta la educación superior y profesionalizante, no solo deben educar para la productividad, sino además para la convivencia social y la solidaridad y, sobre todo para contribuir eficientemente y con visión humanista a la lucha contra la pobreza y la exclusión y a un desarrollo humano sustentable, en términos económicos, políticos, sociales  y del interés planetario. Todo ello fundamentado en una visión pedagógica de avanzada que se apoya en enseñar al educando a pensar por sí mismo, es decir a ser los protagonistas del proceso de enseñanza-aprendizaje. Un proceso encaminado en la adquisición de competencias transversales, habilidades y métodos de trabajo fundamentados en el estudiante a quien se motiva a “aprender a aprender”. Y que se está transformando del tradicional sistema de verticalidad en el que el docente era el protagonista, a un modelo de horizontalidad con el docente actuando como facilitador y el estudiante como el agente protagónico de dicho proceso, adaptándose a los requerimientos de un aprendizaje en equipo a través de un proceso que le está facilitando la forma de aprender a adquirir información y transformarla en conocimiento y aprender a planear y organizarse para poder mantener el ritmo de aprendizaje que impone la sociedad del conocimiento.

Revalorizar el componente ético y humanista de la educación debe ser objetivo prioritario, por ello en todos los niveles del nuevo sistema educativo se debe promover una pedagogía de educación en valores como elemento fundamental de esa nueva educación. Una pedagogía orientada a enseñar las nuevas relaciones de interdependencia que genera el sistema contemporáneo de la globalización para reforzar los valores de la solidaridad, la cooperación, los principios éticos y morales y la cultura de paz. La pedagogía de educación en valores debe igualmente impulsar la cohesión social y favorecer la creatividad y la promoción del máximo desarrollo integral del individuo, lo cual supone  que la nueva escuela fomente en el educando, desde la infancia hasta su formación profesional, la cultura cívica y el capital social para la participación ciudadana en democracia, potenciando su dignidad humana para que en el proceso de desarrollo el individuo y la equidad social pasen a ser el centro y objetivo de la sociedad.

En línea con la Declaración de los Derechos Humanos y las propuestas de la UNESCO,  la nueva educación debe asegurar la gratuidad de la oferta educativa a nivel de la educación primaria y también facilitar las posibilidades de acceso a los niveles superiores  del sistema a estudiantes meritorios pero  de limitados recursos. Debe promoverse un sistema educativo de excelencia,  lo que supone darle la primera prioridad al desarrollo del mismo como estrategia fundamental. Lo anterior implica deslastrar el populismo y la masificación en la oferta  educativa pública y garantizar adecuada formación,  remuneraciones y calidad de vida a los docentes e investigadores como piezas clave del cambio requerido, dotándolos de las herramientas y los conocimientos para que se profesionalicen y se mantengan actualizados en la gestión de la nueva educación. Así como dotar apropiadamente las instituciones educativas con las nuevas tecnologías de informática y  las demás instalaciones y sistemas novedosos vinculados al aprendizaje, ya que el mercado del paradigma educativo del Siglo XXI no está siendo limitado ni al tiempo ni al espacio, pues se está configurando un mercado global que permitirá al interesado, gracias a los medios y herramientas digitales, incorporarse al sistema en cualquier tiempo y en cualquier lugar. Sin embargo, es muy importante entender que la función de los medios y novedosas herramientas tecnológicas de apoyo docente está más vinculada al concepto de “instrucción” y de transmisión de conocimientos que al concepto de “educación”, el cual debe entenderse como un proceso profundamente humano, que supone la transformación de la persona en la interioridad de sus valores, de sus hábitos y actitudes y de la forma de concebir al mundo y de interrelaciones en la sociedad.

 Las demandas de la Sociedad del Conocimiento requiere de la creación de una Sociedad Educadora, lo que plantea la necesidad de promover un esfuerzo concertado entre Estado y sociedad para impulsar, a todos los niveles,  un dinámico proceso educativo capaz de mantenerse al ritmo de cambios de la postmodernidad, entendiendo como  detalle de gran relevancia, que la interacción entre el maestro y alumno constituyen el núcleo fundamental que permite que opere, con visión humanista,  la sociedad educadora. Pero la sociedad educadora implica además la activa participación de la familia y la sociedad civil y sus instituciones, incluyendo los medios de comunicación, las organizaciones del sector productivo y del sector laboral y las Iglesias.

Papel muy destacado deben desempeñar las instituciones de educación superior como cúpulas del sistema educativo para impulsar los cambios que demanda la sociedad educadora. Así la universidad  debe ser una institución protagónica en la promoción de los cambios que enfrenta la sociedad postmoderna. Debe impulsar un proceso educativo que promueva en el estudiante conocimientos, competencias, actitudes y capacidades para mantenerse en un continuo aprendizaje,  fomentando el espíritu de la responsabilidad social y el compromiso con el bien común entre estudiantes, personal docente y administrativo y egresados, trabajando juntos para contribuir a resolver los problemas de las comunidades, tales como la lucha contra la pobreza, la mejora de los servicios públicos, la sostenibilidad medioambiental y la promoción de aceptables indicadores de calidad de vida.

Frente a las amenazas del globalismo y del progresismo promotores de un nuevo orden mundial (NOM) que propician la desaparición del estado-nación y el reemplazo de  los principios y valores de la cultura judeo cristiana que identifican a la sociedad occidental, la universidad debe ser promotora de la libertad y de la democracia e impulsora del patriotismo, y de principios y valores éticos en el comportamiento ciudadano. Todo lo cual implica que como institución democrática, comprometida históricamente con la creación y divulgación del conocimiento, la universidad debe alumbrar el camino hacia un mundo no solo más sabio, sino fundamentalmente más justo y más sostenible, es decir una institución que no solo genere y transmita el conocimiento sino que también propicie activamente la transformación de la sociedad. Todo lo cual implica que la labor de servicio público no puede ser una actividad distinta o marginal de la universidad, debe entenderse como una parte importante de la docencia y de la investigación de los profesores y también como una vía para el aprendizaje integral de los estudiantes. Se trata de fomentar la universidad comprometida no solo en educar, sino en impartir docencia de calidad, y que rompa con la tradicional institución encerrada en una torre de marfil, para incorporar en su desempeño el compromiso público y la responsabilidad social como integrante fundamental de sus tradicionales actividades de docencia, investigación y extensión.

La autonomía y libertad de cátedra deben mantenerse como valores fundamentales de la universidad comprometida, pero estos principios deben complementarse con la noción de rendición de cuentas a la sociedad, bajo el criterio de derecho humano y servicio público prioritario que  caracteriza  al sistema educativo, independientemente de que el mismo sea ofrecido por el Estado o gerenciado a nivel privado.

La sociedad postmoderna, como sociedad de la información y del conocimiento exige de una nueva educación como herramienta fundamental  para impulsar el desarrollo humano sostenible. Por ello ahora más que nunca resalta la vigencia de la profética sentencia de Albert Einstein cuando, hace más de 7 décadas señalaba  que: “Todos los imperios del futuro van a ser imperios del conocimiento, y solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan capacidad para hacerlo y asegurarse de que se queden en el país».

Pero para asegurar el progreso en democracia se impone la vigencia de un nuevo humanismo, ya que como lo señala Jacques Maritain: “Para fortalecer la democracia se requiere sustentarla, volviendo a tener como punto de partida la dignidad de la persona humana, el respeto a la vida, su libertad y su trabajo, como bienes esenciales, además de dar mayor participación a la ciudadanía en los debates y tomas de decisiones, para lo cual se impone profundizar la educación política del ciudadano y de los dirigentes.”