BERNARDO AREVALO PRESIDENTE ELECTO DE GUATEMALA

POR: Juan José Monsant Aristimuño

 

Una semana después de conocerse el contundente resultado del proceso electoral, en segunda vuelta (balotaje) la candidata Sandra Torres (37%) al frente de su partido Unidad Nacional de la Esperanza, aún no había reconocido el triunfo del candidato de Semilla, Bernardo Arévalo de León (58%).

Mal perdedora, y si es mal perdedora hubiese sido una mal gobernante, de haber ganado. Pero no, no ganó. Tampoco en las cuatro anteriores elecciones, si consideramos que la primera vez que intentó presentarse como candidata presidencial (2011) la ley se lo impidió. Tampoco en las tres últimas contiendas electorales donde se tuvo que ir a una segunda vuelta o balotaje, palabra esta última que constituye un galicismo aceptado en la lengua española, de la palabra «ballotage».

Pareciera que un sino la persigue, quizá marcado desde su primer intento por ser candidata presidencial, al finalizar el periodo de su esposo Álvaro Colom (2008-2012), y sus artimañas para darle continuidad al partido político que fuere fundado por ella, Unidad Nacional de la Esperanza, que logró llevar a la presidencia a su ex cónyuge.

En plena euforia del Socialismo del Siglo XXI el presidente Álvaro Colom no escapó de las tentaciones del sonido verde de la flauta de Hamelin, mimetizado en Hugo Chávez; mucho menos su cónyuge con aspiraciones presidenciales, aún no truncadas, por lo que no vendría de más un sólido apoyo del país suramericano cuyo líder no ocultaba sus aspiraciones continentales.

Pero esos acercamientos con el Hamelin del Socialismo del Siglo XXI, no solo fueron de Sandra Torres. El Salvador de aquél entonces, también oyó el tintineo a través una flauta llamada Alba Petróleo, que hasta una silla en la influyente Cámara de Comercio se le concedió en tiempos de Saca, por lo que no debemos ser duros con los devaneos de la señora Torres, a fin de cuentas, el capital no tiene colores ni banderas, como me dijo hace décadas un conocido empresario.

No fue diferente Honduras bajo el mandato del expresidente Manuel Zelaya y su esposa Xiomara Castro, actual presidenta del país (aunque sin los petrodólares del Socialismo del Siglo XXI no parece, en el presente, un proyecto muy atractivo). Mucho menos en Nicaragua con Albania donde el empresariado agrupado en el Cosep, coincidió, compartió y se expandió con un Daniel Ortega bañado en divisas incontables provenientes de Venezuela, y observen como se encuentran ahora.
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Nos desviamos un tanto del tema, pero es que América es única, a fin de cuentas. El sueño de Miranda, Bolívar, San Martín era una América federada; y de hecho Centroamérica lo fue, aunque poco tiempo. Y hemos creado innumerables organismos cuyas infinitas siglas son imposibles de retener, casi todas ellas descansando en un cementerio sin cruces; incluso las más recientes, las creadas por Chávez, para sustituir la OEA, y aislar o excluir la presencia de los Estados Unidos.

Todavía sobreviven algunas siglas, aunque en edificaciones abandonadas y derruidas; otras, como la CELAC, parecieran más bien un desordenado club de nostálgicos y dictadores, como lo demostraron recién en su encuentro con la errática Europa, que aún creen en la existencia del “buen salvaje al buen revolucionario”, como identificó el escritor Carlos Rangel esa visión romántica con sentido de culpa del antiguo colonizador, ante los movimientos guerrilleros marxistas de los sesenta en nuestra América.

Y divisas no hay, por lo menos las provenientes del Socialismo del Siglo XXI (me abstengo de decir Venezuela, porque en realidad fue el “comandante eterno”, quien dispuso de ellas y no la nación, y observen cómo están ahora los venezolanos y su territorio.

Se salvó Guatemala de ser gobernada por la señora Torres, quien más rápido que Spider González, después del 2013 las calenturientas posturas socializantes, se fueron acercando hacia una centroderecha ininteligible, cargado de uno de los Cuatro Gigantes del Alma, según Emilio Mira y López: la ira; porque de los otros tres, el miedo, el amor y el deber, no creo que conforme parte de su psiquis.

Y esto lo digo con entera responsabilidad y desconcierto, porque una ira sustentada en el resentimiento y el afán de la represalia, mal puede ser el espíritu que guíe a quien aspire dirigir una nación tan rica en etnias y culturas como Guatemala.

De modo que no podemos menos que saludar al nuevo presidente electo por voluntad popular Bernardo Arévalo de León, académico, escritor, político y diplomático; con un sentido claro de la dignidad humana que pasa por la búsqueda del bien común, sin distinción de raza, sexo ni origen social o económico. Por cierto, Hijo de Juan José Arévalo Bermejo, quien igualmente se dedicó a la docencia, la escritura y la política; doctorado en filosofía y ciencias de la educación en la Universidad de la Plata de Argentina, y fuere el primer presidente electo democráticamente en el país (1945-1951).

Juan José Arévalo asumió su mandato dispuesto a cambiar la estructura
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socioeconómica imperante desde la época colonial controlada por la oligarquía económica, militares y por la poderosa United Fruits Company que detentaba el 80 por ciento de las tierras laborales, la exclusividad de la producción y comercialización del banano, gozaba de la excepción de impuestos estatales, fijaba el salario de los trabajadores sin control gubernamental, inexistencia de leyes laborales ni Institución alguna de seguridad social.
Logró crear el Ministerio del Trabajo y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, la masificación de la educación gratuita, asumir el control de los puertos en manos de la empresa bananera y darle presencia al indígena en el todo nacional. Tuvo que resistir más de quince intentos de golpes militares, el señalamiento de comunista y la resistencia interna del estamento económico dominante.

Luego del golpe militar que se dio en 1954 contra su sucesor, el presidente Jacobo Árbenz, Juan José Arévalo se quedó a vivir en la ciudad de Montevideo donde fungía de Embajador; allí nació su primer hijo varón, el actual presidente electo Bernardo Arévalo.
Y en 1959 se trasladó a Venezuela bajo la protección del gobierno de Rómulo Betancourt, donde recuperó su actividad académica y continuó su abundante labor literaria, la mayor parte sobre temas sociológicos, educativos y políticos, entre ellos la “Fábula del tiburón y las sardinas” (ediciones América libre. Chile, 1956), de amplia circulación en aquél entonces, en nuestra región. Obra que fue reeditada años más tarde por la Editorial Monte Ávila (1982), y que sirviera de inspiración para la balada El tiburón, compuesta, musicalizada e interpretada por Rubén Blade y Willie Colón en 1981.

El presidente electo Bernardo Arévalo de León pasó los primeros años de su infancia en Venezuela, en tanto su hermana mayor Dora Margarita estudiaba en el afamado colegio Instituto Escuela ubicado en la urbanización La Florida de la ciudad de Caracas, donde su padre había fijado su residencia al establecerse en el país.

Y al actual presidente electo, la estructura subterránea del poder ha pretendido por diversas vías impedir que Arévalo asuma la presidencia el próximo mes de enero de 2024, dado que su oferta electoral pasa por el saneamiento de los poderes públicos comprometidos con la estructura del poder económico subterráneo amparado en la impunidad de la corrupción.

En realidad, nada nuevo. Ya hace algunos años ante la imposibilidad de administrar una sana justicia, el 12 de diciembre de 2006, bajo la administración del presidente Oscar Berger, Guatemala firmó con las Naciones Unidas un acuerdo al que se le dio el nombre de Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) con una duración
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de dos años, prorrogables a voluntad de ambas partes por un lapso de dos años más.

El objetivo era coadyuvar en la investigación con el Ministerio Público, Policía Nacional y otros organismos de seguridad a detectar a grupos ilegales infiltrados en estos organismos del Estado, así como fortalecer al Poder Judicial en la consecución de una estricta administración de justicia, sin la impunidad del pasado.Y fue rindiendo frutos concretos, renovándose cada dos años desde aquél entonces, hasta que en 2019, bajo la presidencia de Jimmy Morales, se exigió la salida inmediata del país del represente internacional y el cierre de la oficina. En el informe final de la Comisión ante el Secretario General de la ONU, se lee en uno de sus párrafos conclusivos…”existe una corrupción totalmente enquistada en el sistema que ha capturado y cooptado al Estado, por parte de grupos de poder que buscan perpetuar el statu quo y “la impunidad” en el país centroamericano”.

Esta es la realidad del fondo de las “travesuras” llevadas a cabo por la fiscalía nacional en convivencia con el Poder Judicial y el mismo Congreso Nacional en concordancia con las fuerzas empresariales tradicionales para, primero impedir el reconocimiento de Bernardo Arévalo y su vicepresidenta Karin Herrera como legítimos ganadores de la contienda electoral, y luego la existencia misma del Partido Semilla como organización política representada en el Congreso por seis legisladores.

Por fortuna en todos los juicios elevados ante la Corte Constitucional y la Corte Electoral como máxima instancia en esta materia, se han rechazado las acusaciones y medidas provenientes de fiscales y jueces tendientes a anular, en definitiva el pasado proceso electoral. En el fondo lo que existe es una resistencia contra un cambio en el control político actual de Guatemala que, en este caso en concreto, se manifiesta como un golpe de estado que pretende consumar la corrupción monetaria instalada en la estructura misma del gobierno, a través del control de los tres poderes republicanos e instituciones administrativas del Estado.

Ese esquema de mafia, donde se involucran diferentes actores y en diferentes niveles se ha venido profundizando desde que se exigió y logró la extinción del CICIG. Organismo que tuvo fuerza de ley al ser aprobado por el Congreso Nacional de aquél entonces, previo pronunciamiento de la Corte de Constitucionalidad en el 2007. Comisión que obtuvo logros concretos, a todo nivel, hasta que el expresidente Jimmy Morales decidió su extinción en el 2019.

Hay que reconocer que la fortaleza de Arévalo y Herrera, así como la espontánea movilización de profesionales, estudiantes, amas de casa, académicos, trabajadores
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que han salido a la calle a respaldar al presidente electo; así como la presión directa de la Unión Europea, los Estados Unidos y la OEA para que se respete el resultado electoral, que han logrado que el presidente Alejandro Giammattei (en última instancia el responsable directo de la crisis) se haya reunido con el presidente electo, para garantizar una transmisión de poder el próximo mes de enero del 2024, sin ningún tipo de violencia directa o indirecta. Ratificación que se vio obligado a ratificar en su discurso pronunciado ante la Asamblea de las Naciones Unidas el pasado 20 de septiembre.

No obstante, ante las nuevas y constantes arremetidas de la fiscalía general de la nación, que a la usanza venezolana, utiliza el poder judicial para alcanzar sus objetivos los ciudadanos han salido a la calle a protestar y exigir la renuncia de María Consuelo Porras Arguetta, Fiscal General Contra la Corrupción (organismo creado luego de la salida de la CICIG), el Fiscal Rafael Curruchichi y la del juez Freddy Orellana, los brazos visibles de la estrategia del golpe de estado.

Es obvio que el presidente electo Arévalo tendrá una gestión inicial delicada y peligrosa, pero deberá constituir un nuevo orden jurídico en su representación, porque de lo contrario le harán fracasar en su gestión. A diferencia de lo que sucedió en El Salvador, donde las elecciones presidenciales y legislativas se suceden en diferentes fechas, en Guatemala coinciden con la elección presidencial. Habrá que cambiar la Constitución, como control del Ejecutivo en nuestra región, según parece.

Anhelamos que sea así, porque Centroamérica es una unidad territorial e interdependiente que lleva décadas, más de un siglo, buscando su propio nivel de paz, libertad e independencia con un mismo significado para todos y cada uno de sus habitantes, sin consideración alguna por origen social, económico, sexo o religión.