Doctor en Teología y Ciencias Humanas, profesor, locutor y sacerdote venezolano, oriundo de Caracas. Se desempeñó como arzobispo de Mérida (1991) y administrador apostólico de Caracas (2018) hasta enero de 2023, cuando el papa Francisco lo designa como el décimo sexto arzobispo de Caracas. En ocasión de su toma de posesión, la revista SIC, de cuyo Consejo Editorial es miembro, lo ha invitado para que comparta sus reflexiones acerca del llamado que le hace el Papa a nuestro país y su Iglesia, la desigualdad que nos azota y su rol de cardenal en la Venezuela de hoy.

Por Juan Salvador Pérez

—Ante todo eminencia, ¡qué buena noticia y qué alegría para nosotros su designación como XVI arzobispo de Caracas! Es usted el sexto cardenal venezolano y el décimo sexto arzobispo de Caracas. Dos grandes responsabilidades y, al mismo tiempo, dos evidentes muestras de la gran confianza que S.S. el papa Francisco tiene hacia usted. ¿Cuál considera usted que es el específico papel que Francisco espera de la jerarquía de la Iglesia católica en Venezuela?

—En mi experiencia de casi cuarenta años de obispo, siento la cercanía de los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco con el episcopado venezolano. Una característica del pueblo latinoamericano, incluido, claro está, el venezolano, es su amor y devoción hacia el sucesor de Pedro, y esto lo perciben y valoran los Papas.

En las situaciones conflictivas que hemos tenido, siempre hemos recibido el respaldo de ellos hacia las ejecutorias del episcopado y de las otras instituciones eclesiales, incluido el pueblo fiel. El papa Francisco espera de nosotros que seamos fuente de esperanza, de cuidado de los excluidos, de defender la vida y los derechos humanos como exigencia del seguimiento de Jesús. No es fácil construir puentes, pero no podemos estar ausentes de la realidad y de las dificultades que encierra la prédica hacia los dirigentes en general, que lo primero es pensar en los demás antes que en los intereses propios. De allí la confianza y credibilidad que, a pesar de nuestros yerros y deficiencias, es lo que intentamos hacer por el bien común, único que crea equidad, justicia y alegría.

—¿Y cuál es el llamado que Francisco hace a todos los venezolanos?

—No desfallecer ante las dificultades. Sin un diálogo auténtico y transparente, es imposible pensar en progreso material y espiritual. Ser fiel a la verdad, tener la entereza, la paciencia y la constancia de que se trata de una tarea ardua pero posible, hecha no buscando prebendas ni privilegios, sino en actitud de perdón, misericordiosa y samaritana. Algunos se quejan porque el Papa no habla a menudo de nuestra tierra. Es un signo de confianza, para eso estamos nosotros. Y el intercambio es permanente, pero no ante los micrófonos, sino en el silencio que no es ignorancia ni ocultamiento, es paciente y lento trabajo para superar los egoísmos en búsqueda de consensos que beneficien a todos.

—Asombra y preocupa la tremenda brecha social que estamos viviendo en Venezuela, especialmente la situación en Caracas resulta de grandes contrastes. ¿Cómo podemos hacer que esas realidades que parecen tan distantes no solo se acerquen, sino que se reencuentren?

—La desigualdad, la brecha entre los distintos grupos sociales, no se supera favoreciendo a unos en detrimento de los otros. Caracas es una burbuja, pero tiene privilegios que no los goza el interior del país. Se requiere de gobernantes con mayor sentido de equidad, no solo territorial ni tampoco clientelar. La medida es la dignidad de la persona, no los intereses de grupo o el nefasto clientelismo que sumerge en la adolescencia a las personas.

—Siempre me ha llamado la atención que los cardenales sean concebidos como la “bisagra” de la Iglesia y que, además, sean distinguidos con el color rojo por el llamado a derramar su sangre por el crecimiento de la fe cristiana. ¿Qué supone ser “bisagra” en la Venezuela de hoy en día?

—Es interesante leer con detenimiento las intervenciones del papa Francisco cada vez que crea cardenales. Insiste en que no se trata de un honor ni de un ascenso, sino de un servicio martirial significado en el color púrpura de la vestimenta. Ser privilegiado no encierra el tener derecho a privilegios, sino a servir. En la Venezuela de hoy, y en la de siempre, que apenas ha tenido cardenales desde hace sesenta años, nuestro quehacer es el de ser signo de unión interna en el colectivo eclesial, pero también en la sociedad toda. Y en lo universal ser eco y promotor de lo que el Papa nos pide hoy: ser Iglesia en salida, es decir, en la búsqueda y encuentro con los olvidados de la sociedad; y en actitud sinodal, es decir, potenciando la radicalidad bautismal de todos. Lo que quiere decir, impulsar el protagonismo de todos, hombres y mujeres, letrados y sencillos, pobres y ricos, creyentes y agnósticos…

Con el fino sentido del humor, cuando alguien le dice al Papa argentino que está rezando por él, le riposta inmediatamente: “a favor o en contra”. Ser bisagra es un servicio humilde, oculto, pero indispensable para que unos entren o salgan, para que el encuentro conduzca a la fraternidad y la solidaridad.

Arquidiócesis de Caracas

—Usted es caraqueño y entiendo que además caraquista, (yo soy magallanero que es un equipo tremendamente caraqueño también desde su origen). Santiago de León de Caracas ha sido una ciudad importante en la historia de América, los caraqueños hemos sido ejemplo de temple, de lograr grandes gestas, hemos hecho cosas grandes. ¿De dónde surge esa fuerza? ¿Cómo hacemos para volver a despertarla? ¿Cómo definiría usted a los caraqueños?

—Seguid el ejemplo que Caracas dio es algo más que una frase poética del himno nacional. Es la tarea permanente de transmitir el encanto de su valle, la majestuosidad del Ávila y la benignidad de su clima cercano tanto al mar como a la montaña y el llano. Ciudad privilegiada que ha dado hombres y mujeres con dimensión universal, sin estar cerrados al entorno local. Lástima que muchos de los gobernantes, de antes y de ahora, la quieren mostrar como la ventana de todo el país. De hecho, no es así. Debe rescatar su vocación civilista y humanizadora sin distingos. Es tarea inacabada que no podemos abandonar.

DESCARGA PDF Revista SIC N° 844. marzo – abril 2023.