FRANCO DELLE DONNE

Doctor en Comunicación Política por la Freie Universität Berlin. Especialista en política alemana. Creador de «eleccionesalemania.com». Conductor del podcast «Bajo la lupa».

NOTA PUBLICADA EN «DIÁLOGO POLÍTICO» (https://dialogopolitico.org/)

Devastada y dividida por la guerra, la República Federal de Alemania logró reconstruirse y finalmente reunificarse pacíficamente. La economía social de mercado fue parte fundamental de esta historia exitosa.

La economía social de mercado (ESM) permitió a Alemania Federal convertirse en una de las principales potencias económicas del mundo. Pero lo que es aún más importante: logró levantar de las ruinas la parte occidental de una Alemania dividida. Un padre de la idea fue Ludwig Erhard, el ministro de Economía en el Gobierno federal del canciller Konrad Adenauer. Han pasado setenta años y es buen momento para hacer un balance, entender el contexto político, económico y social en el que nació la economía social de mercado, analizar las dificultades que surgieron para su desarrollo, comprender cómo puede adaptarse a los grandes retos de nuestro tiempo y conocer el nivel de implantación que tiene en Latinoamérica.

Ludwig Erhard, el constructor del modelo

Ludwig Erhard fue ministro de Economía entre 1949 y 1963. En ese mismo año se convirtió en canciller de Alemania hasta 1966. Fue el sucesor de Konrad Adenauer. Este economista y político alemán es considerado el constructor de la economía social de mercado en la República Federal de Alemania y, por ende, del tan famoso milagro económico alemán. En una entrevista realizada en 1963 explica que la clave es facilitar el trabajo productivo, producir más y mejor, y de esa gran torta poder repartir raciones grandes para todos. Y pese a que suene sencillo, todo el desarrollo no lo fue en absoluto.

El punto de partida era un país en ruinas, destruido moral y económicamente tras el terrible período del nacionalsocialismo. Era un momento trágico que, quizá, permitió pensar de una manera completamente nueva. El diagnóstico de Ludwig Erhard era certero: «La jerarquía tradicional se caracterizaba, por un lado, por una clase alta y minoritaria que podía permitirse cualquier tipo de consumo y, por otro lado, por una clase baja cuantitativamente muy amplia con un poder adquisitivo insuficiente». En su libro Prosperidad para todos defiende que la economía social de mercado debería dar a todos los ciudadanos la oportunidad para su prosperidad.

Para lograrlo, combina dos cosas que en realidad se consideran opuestas: la libertad económica y la seguridad social. La clave de todo es un Estado muy presente. Un Estado que apuesta por el libre mercado como motor de desarrollo de una sociedad. Por esto protege la competencia justa, evita los monopolios y fomenta la estabilidad de los precios. Al mismo tiempo, un Estado que invierte en el bienestar de las personas y promueve su participación en igualdad en la vida económica y social. Un Estado con un rol activo en asegurar educación, salud e infraestructuras. Un Estado que garantiza derechos básicos a los trabajadores y los protege de la explotación. Un Estado que usa los impuestos pagados por la gente para beneficiar a los que requieren especialmente de la solidaridad y de las políticas públicas. El objetivo era generar una amplia clase media. Un Estado que, como lo llamaba un programa de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania, apuesta por el concepto de libertad en responsabilidad.

Las dificultades

A pesar de las buenas intenciones, la economía social de mercado no impide las grandes bolsas de precariedad laboral y social que hay en Alemania, en donde millones de personas no tienen la oportunidad de experimentar la idea de prosperidad para todos acuñada por Ludwig Erhard. Según Gunter Rieck Moncayo, experto en economía y comercio de la Fundación Konrad Adenauer, «La economía social de mercado es una historia de éxito en dos sentidos. Por un lado, ha permitido una alta prosperidad en Alemania. Y, por otro lado, este modelo económico y social se ha convertido en parte de la identidad alemana. Eso también se refleja en que no encontrarás un partido en el Parlamento que no pretenda defender la economía de mercado».

En sus inicios, la economía social de mercado tuvo mucha oposición. Por ejemplo, por parte del resto de los partidos. Entre ellos se discutía, por ejemplo, «cómo el adjetivo social debe traducirse en políticas concretas», explica Rieck Moncayo. Y añade: «no olvidemos que consiste más en principios generales y no es un manual de políticas concretas».

Una de las claves de la economía social de mercado es la capacidad de negociación de los trabajadores para aumentar y proteger sus derechos. Ahí entran en juego los sindicatos, actores fundamentales para entender cómo funciona la economía y el mercado de trabajo en Alemania, donde hay seis millones de personas afiliadas a las diferentes organizaciones agrupadas en la Federación Alemana de Sindicatos (DGB, por sus siglas en alemán). Sin embargo, al inicio, los sindicatos opusieron resistencia al modelo.

«Los sindicatos no fueron nada entusiastas al principio», señala Rieck Moncayo. Cuando se introdujo el marco alemán, se levantaron los precios fijos y el racionamiento de los bienes cotidianos, creció enormemente la oferta de productos pero también se generó inflación. «Los salarios no pudieron seguir el ritmo de este aumento de precios y los sindicatos finalmente convocaron a una huelga general. Casi el 80% de todos los empleados participaron en la protesta contra la política económica de Ludwig Erhard». Hoy esa situación ha cambiado y los sindicatos son un pilar del modelo económico y social alemán.

La economía social de mercado en América latina

Es difícil determinar en qué medida este modelo económico ha penetrado en Latinoamérica. Es cierto que algunos países lo han intentado integrar. Por ejemplo, en Perú, la economía social de mercado tiene estatus constitucional, sin embargo, existen otras dificultades. «Lo que todavía se interpone en el camino de un éxito rotundo es, como en algunos otros países latinoamericanos también, la fuerte fragmentación y el aspecto confrontativo en el sistema político y de partidos», afirma Rieck Moncayo.

La pregunta es entonces qué contexto y elementos diferenciadores de los países latinoamericanos con respecto a Alemania impiden que la idea se desarrolle de la misma manera. «Faltan dos requisitos importantes. Por un lado, la ESM requiere un alto grado de organización social. Uno de los principios fundamentales de la ESM es la subsidiariedad, y, de acuerdo con este principio, la responsabilidad personal y la autodeterminación tienen prioridad sobre la acción estatal. El Estado no debe intervenir donde las organizaciones sociales puedan regular sus propios asuntos», sostiene el experto en economía y comercio de la KAS. A esa condición agrega la formación profesional. «En Alemania, el contenido de los distintos cursos de formación lo determinan las cámaras de comercio que también otorgan el título. Esto solo es posible porque las empresas son miembros obligatorios en las cámaras y por lo tanto las cámaras pueden hablar de manera creíble en nombre de las empresas», explica Rieck Moncayo. Según él, los sistemas de seguridad social y la infraestructura estatal requieren financiamiento a través de impuestos y aranceles que, por supuesto, deben ser soportados principalmente por los más fuertes de la sociedad. «Todavía veo muy poca voluntad de muchos países latinoamericanos. Chile y México tienen las tasas impositivas más bajas de la OCDE. Por supuesto, este dinero falta en todas partes», concluye el experto.

Ludwig Erhard es el autor de la siguiente frase: «El objetivo último de cualquier economía es liberar a las personas de la necesidad material». La economía social de mercado es una historia de éxito, pero en todas las historias hay perdedores. El reto sigue siendo el que planteó Erhard: prosperidad para todos. Y en un tiempo en el que nos acecha una pandemia, la crisis climática o el cambio de paradigma en el mundo del trabajo por la digitalización, se hace más necesario que nunca un Estado que acentúe el apellido social de la economía de mercado.