José Ignacio Moreno León

 

Ingeniero Químico, con Maestría en Administración en la Universidad Central de Venezuela y Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Asimismo Ex–Ministro de Energía y Minas; ex–Embajador en Canadá, ex–Ministro del Fondo de Inversiones de Venezuela; Superintendente fundador del SENIAT; ex–Miembro del Directorio del Banco Central de Venezuela, y ex rector de la Universidad Metropolitana.

Frente a los importantes cambios que se están sucediendo en el ámbito energético  global y a nivel de la geopolítica de la energía,  suena como una oportuna advertencia para Venezuela y su industria petrolera la sentencia de Thierry Bross, reconocido académico francés y experto en temas energéticos, cuando en 2012 advertía que “Si se aplican las teorías de Darwin sobre el origen de las especies a la industria petrolera y del gas, solo podrán sobrevivir las empresas del ramo que sean capaces de adaptarse al cambiante panorama del mercado de la energía.” (1) Y es que en el caso de nuestra industria petrolera, dadas las difíciles circunstancias financieras y el marcado deterioro operativo a que ha sido sometida, luce imposible que la misma pueda enfrentar exitosamente los cambios que demandan las nuevas realidades referidas si no se impulsan esos cambios a muy corto plazo, y en el marco de una estrategia integral de reactivación energética del país con visión de futuro.

Por lo anterior, para retomar el desarrollo petrolero y energético de Venezuela con una visión realista y de largo plazo,  es necesario considerar no solo la grave crisis en que se encuentra este sector y especialmente la industria petrolera nacional, sino igualmente las cambiantes realidades del entorno internacional y las tendencias de la producción y de la demanda energética global. Igualmente la reactivación de la industria petrolera nacional debe impulsarse conjuntamente con el apoyo a las empresas nacionales de bienes de capital  y de servicios y el activo respaldo de la  ingeniería venezolana, maximizando además en lo posible,  el impulso que con esa estrategia  se le pueda dar simultáneamente al necesario esfuerzo de reactivación económica que el país requiere y al cambio impostergable del agotado modelo rentista para impulsar el progreso del país con un enfoque integral, bajo el paradigma del desarrollo humano sustentable.

Lo anterior lo fundamentamos en la premisa de que la explotación de las importantes riquezas de nuestro subsuelo debe promoverse renunciando a la visión cortoplacista que históricamente ha alimentado el perverso complejo rentista. Por ello se impone gerenciar la reactivación petrolera, del sector energético en general y de la minería como palanca estratégica  para impulsar en democracia y con  criterios de productividad, el gran esfuerzo de reconstrucción nacional y hacer realidad un nuevo proyecto de país, deslastrado del estatismo y de la cultura rentista, con una economía diversificada, productiva, solidaria y capaz de enfrentar los riesgos y aprovechar las oportunidades planteadas por la dinámica de cambios determinada por las nuevas realidades globales.

Pero igualmente y para asegurarle al país el razonable aprovechamiento de ese programa de reactivación, debe establecerse un sistema de regalías adecuado a las características de rentabilidad de los diferentes yacimientos existentes en la geografía nacional, a fin de incentivar la inversión en la actividad exploratoria y de producción, con el convencimiento  que la reactivación de nuestra industria petrolera, conjuntamente con las reformas a emprender en el sector eléctrico para impulsar un franco desarrollo de las energías renovables, será un firme atractivo para un significativo flujo de inversión privada y creación de empleo de calidad y bien remunerado, condiciones fundamentales para superar la grave coyuntura económica  que sufre el país y emprender los cambios hacia la diversificación económica y el nuevo paradigma de desarrollo nacional. Solo así será posible lograr una Venezuela capaz de competir en la nueva economía que abre mercados y genera nuevas ventajas comparativas, ya no producto de la riqueza de la tierra, como el petróleo, sino de la creatividad humana y la aplicación eficiente de la misma, impulsada por un nuevo sistema educativo que, en todos sus niveles,  promueva el cambio cultural para romper con la cultura del rentismo y sus secuelas, motive al esfuerzo productivo, fortalezca el compromiso cívico y la responsabilidad social, impulse  la solidaridad, la asociatividad y los  valores éticos como integrantes del capital social y del capital humano  para aprovechar, en un entorno de libertad y democracia y en toda su extensión, el valioso capital físico de nuestro país,

Es importante que tanto el plan petrolero a corto plazo como los desarrollos a futuro se formulen tomando en cuenta las tendencias que se están generando en el entorno energético global, con el apreciable crecimiento de la producción y demanda de fuentes energéticas renovables, como la eólica y la solar. Según señalan los expertos se estima un incremento de la demanda mundial de energía, pero debido a las crecientes presiones medioambientales, la oferta y demanda de energías fósiles generadoras de emisiones de CO2, tiende a ser progresivamente reemplazada por energías de origen limpio y renovable para lograr la meta de limitar el calentamiento global del planeta a un incremento que no supere los 2 grados centígrados para finales del presente siglo. Por ello se señala que ese esfuerzo para descarbonizar la generación y el consumo energético global como estrategia fundamental para reducir la tendencia del calentamiento del planeta supone limitar la vida útil de los hidrocarburos como fuente energética, limitando a cerca del 20 por ciento la producción y el consumo para las próximas cuatro décadas. Igualmente se pronostica que las energías limpias para combatir el cambio climático, incluyendo la energía de fusión nuclear, tendrán una participación de más del 50 por ciento en la matriz energética global, con la energía solar como la de mayor uso y después la eólica y la hidroeléctrica.

Conviene destacar que ya para el 2021 se habían destinado más de 350 mil millones de dólares en renovables como la energia eólica y la solar, lo que supone alrededor de 96 por ciento de la inversión global en energías limpias, con mayor incidencia en la fuente solar y la tendencia de una reducción de costos en la generación de este tipo de energías. Igualmente, el consumo de electricidad procedente de estas fuentes renovables se ha casi triplicado a nivel mundial.

En el caso de America Latina, según un reciente informe de Bloomberg New Energy Finance, solo en 2021 se incorporaron 17.5 GW de capacidad instalada de energía eólica y solar. Y estas fuentes energéticas representaron más del 10 % de la energía producida en Argentina, Mexico, Brasil y Chile. Además, se asignaron cerca de 18 mil millones de dólares de nuevos recursos para el desarrollo de esas fuentes de energía en toda la región. Según la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), en la actualidad la región posee un 25 por ciento de renovables en la composición de su matriz primaria de energía y un 59 por ciento de la generación de electricidad proviene de fuentes renovables, con la meta de alcanzar el 70 por ciento antes de 2030.  Brasil se señala como el mercado más atractivo para las inversiones en energías limpias, siendo Chile el segundo mercado con más de 800 MW y 1.4 GW contratados durante 2020, habiendo logrado captar inversiones por 4.600 millones de dólares en esas energías limpias. Además, con el propósito de impulsar una estrategia de electromobilidad se tiene el objetivo de que para 2035 solo se disponga de vehículos nuevos con cero emisiones contaminantes.

 Ese dinámico  panorama energético supone un valioso campo de oportunidades para Venezuela, gracias a las favorables características para el desarrollo de estas energías limpias, fundamentalmente en las regiones  que van desde la isla de Margarita y la península de Paria hasta la cordillera Andina; pero con mayor potencial en el Nororiente y los estados Zulia y Falcón, en los que, según a la NASA, el promedio anual de radiación solar permite estimar un potencial de generación que oscila entre 2419 y 2317 KWh/m2/año. Datos que clasifican mundialmente a Venezuela con condiciones Premium y Supremo como potencial para la generación de energía mediante estaciones solares fotovoltaicas. Plantas que, en esas mismas regiones, igualmente favorecidas con fuertes vientos, pueden acompañarse con desarrollos de parques eólicos. Todo lo cual supone, en un enfoque integral para aprovechar el potencial energético del país, promover además una estrategia de desarrollo de estas fuentes energéticas limpias, más allá de los tímidos e ineficientes desarrollos que se han venido promoviendo desde 1990 y durante 1997, 1999, 2005 y hasta la fecha. Lo cual supone motivar el apoyo a inversiones privadas o mixtas y los adecuados incentivos para asegurar la rentabilidad de esas inversiones con tarifas que faciliten el consumo de la electricidad generada con estas fuentes.

Para responder a esa necesidad perentoria de cambios se requiere de un acuerdo nacional deslastrado del chauvinismo y de resabios populistas y estatistas, a fin de asegurar la gobernabilidad democrática que garantice el eficiente desempeño y el oportuno logro de los objetivos propuestos. Y ese acuerdo debe incluir además el relanzamiento de un nuevo sistema educativo orientado hacia la formación en valores y  para el esfuerzo  productivo, para la investigación y el desarrollo tecnológico y que responda a las demandas de la sociedad de la información y el conocimiento. En el entendido de que el recurso más valioso del país es su capital humano y sólo desarrollando su potencial y el capital social para actuar, como patriotas y ciudadanos responsables, se podrá lograr en libertad y paz social la Venezuela posible a la que todos aspiramos

(1)   Thierry Bross, After the US. Shale Gas Revolution, Edtions Technip, 2012.