JULIO CÉSAR MORENO LEÓN
EXEMBAJADOR DE VENEZUELA EN CHILE, DIRECTOR DE ENCUENTRO HUMANISTA

Nuestro país comienza a transitar un momento crítico diferente a los que hemos vivido en estos 23 años de gobiernos chavistas. Durante más de dos décadas Venezuela ha sido la plataforma de lanzamiento de un vasto proceso subversivo que constituye parte muy importante de la confrontación geopolítica mundial.

En medio de éxitos y fracasos, ese proceso avanza hoy con mayor fuerza y violencia estimulado por las recientes victorias en algunos de los países más importantes del continente, en los que el liderazgo democrático es incapaz de comprender aún la dimensión de la amenaza y de construir la alternativa que la detenga.

Luego de más de veinte años de sufrir los efectos de la demolición progresiva de la nación, y convertida Venezuela en uno de los países más pobres del mundo, pareciera -una vez más- que nos aproximamos al desenlace final en esta lucha por el destino de nuestra sociedad.

Hasta ahora la narrativa compartida tanto por la cúpula oficialista como por los dirigentes de algunos de los partidos políticos opositores se orienta infructuosamente a la búsqueda de consensos y acuerdos para lograr una vía pacífica hacia la solución de la crisis.

Mientras tanto el drama nacional continúa enmarcado en la profundización de la miseria, el desprecio por la disidencia, la negación de todos los derechos ciudadanos consagrados en la Constitución nacional y el grosero enriquecimiento de los favorecidos del régimen.

Agobiados en esa penosa realidad, según las cifras de ACNUR, más de 7,13 millones de compatriotas han emigrado, y más de 1 millón han sido reconocidos como refugiados, mientras cerca de 211 mil han presentado solicitud de asilo, constituyendo esa migración la segunda crisis de desplazamiento externo más grande del mundo.

Este informe de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados da cuenta igualmente de la pobreza extrema en que se encuentran muchos de los migrantes que fueron afectados por la pandemia del COVID 19 cuando ya su situación era vulnerable, y asimismo se refiere al descontento que existe en algunos países contra los refugiados debido a la competencia que representa su presencia en el mercado laboral.

Dice el documento de ACNUR que la mayoría de los migrantes de Venezuela hacia los países vecinos son mujeres embarazadas, personas mayores, discapacitados, y familias que llegan con sus hijos. Mucha de ellos toma caminos peligrosos siendo víctimas de tratantes o de grupos irregulares armados y por sus escasos recursos requieren con urgencia albergue protección y alimentos.

Estas breves reseñas del informe de Naciones Unidas sobre los millones de compatriotas en búsqueda de las condiciones de vida que le niegan los detentadores del poder en nuestro país, no distan mucho de la realidad de quienes aquí permanecen intentando sobrevivir.

A pesar de los estudios que reflejaron una cierta recuperación de la economía para septiembre del pasado año, y del despliegue mediático que realizó la propaganda oficialista tratando de imponer la falsa idea según la cual Venezuela se arregló, la realidad es que la tasa de inflación alcanzó en diciembre el 37,2 %, que la inflación anualizada fue del 305,7% y que a este ritmo pudiéramos llegar a un rebrote del proceso inflacionario, de acuerdo con las cifras que dio a conocer el Observatorio Venezolano de Finanzas.

Pero al margen de todas estas consideraciones que nos ocupan al intentar el análisis de nuestra compleja realidad, lo cierto es que el nuevo año nos ha recibido mostrando el despertar de la conciencia nacional liberada de sectarismos y cálculos mezquinos. Los venezolanos, en claro ejemplo de liderazgo colectivo, están hablando con voz propia y han salido en defensa de su derecho a la libertad y la justicia protagonizando las más grandes y trascendentales acciones de protesta cívica que hemos visto en los últimos años.

Aunque la penumbra informativa oficial pretenda ocultar lo que acontece en el país, en todas las grandes ciudades y en todos los pequeños pueblos de Venezuela ha salido la ciudadanía a la calle marcando pautas que esperamos sean irreversibles para lo que será en lo adelante la lucha popular contra el sistema establecido; demostrando así que las banderas por las reivindicaciones sociales básicas en un país empobrecido y colapsado son hoy la causa común de las grandes mayorías, y que el rescate de la democracia y la libertad sigue siendo el anhelo permanente del pueblo.