HÉCTOR QUINTERO MONTIEL
LICENCIADO EN ESTUDIOS INTERNACIONALES (UCV). HA REALIZADO ESTUDIOS DE POSTGRADO EN LA UNIVERSIDADES COMPLUTENSE DE MADRID, METROPOLITANA, CATÓLICA ANDRÉS BELLO, Y LA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR. FUNCIONARIO DIPLOMÁTICO DE CARRERA, HA DESEMPEÑADO FUNCIONES DIPLOMÁTICAS EN AUSTRALIA, ITALIA, LIBIA, GABÓN, BRASIL, SURINAM, CHILE, ECUADOR, NACIONES UNIDAS, ESTADOS UNIDOS.
La primera ola migratoria importante venezolana coincide con los primeros años del gobierno de Hugo Chávez. En 2002, ocurrió un intento de golpe de Estado, seguido de huelgas y paros nacionales, produciéndose despidos masivos de trabajadores de PDVSA, la compañía estatal venezolana de petróleo. Miles de funcionarios, en su mayoría profesionales altamente calificados, fueron expulsados de dicha empresa.
Muchos de ellos emigraron a otros países petroleros, donde consiguieron rápidamente nuevos empleos, por lo general bien remunerados. La situación política y económica así como el incremento de la inseguridad personal hicieron que con el tiempo aumentara la salida de venezolanos del país, en algunos casos con recursos económicos y altos niveles educativos.
Es entonces evidente que la disgregación venezolana tiene su origen en la grave crisis económica, política y social, que ha producido escasez, hambre y que se ha agravado debido a la inseguridad, el miedo, la violencia, la corrupción y el saqueo de la narcocracia que rige los destinos del país; un común denominador inconfundible es la desesperación colectiva ante este tipo de tragedias.
La escasez de alimentos, de oportunidades laborales, educativas, así como el colapso total del sistema sanitario y del Estado de derecho, aparecen entre las primeras causas del éxodo. Indudablemente son asimismo razones fundamentales el desmantelamiento de la industria petrolera, la disminución de la producción y exportación, así como el regalo oprobioso de nuestros productos energéticos a Cuba y algunas islas del Caribe, agudizado sin duda alguna por la desmesurada corrupción y dilapidación de los ingresos petroleros.
La crisis humanitaria venezolana contiene muchos aspectos. No es un movimiento migratorio exclusivamente económico. Son flujos mixtos de población en los que coinciden diversos factores estructurales, que combinados todos obligan a miles de venezolanos a cruzar cada día la frontera para sobrevivir, generando impactos humanitarios de todo tipo, tanto en la protección de las personas, como en sus derechos, en sus necesidades más básicas y en su porvenir a mediano plazo.
La industria petrolera venezolana, con su empresa estatal Petróleos de Venezuela SA (PDVSA) como bandera, fue considerada por años como una de las principales compañías petroleras del mundo en suministros seguros, producción y refinación. Nacionalizada en 1976 y concebida con escalas gerenciales apegadas a la llamada meritocracia, PDVSA sostuvo una dura pelea en 2002 con el presidente Hugo Chávez, quien en abril de ese año por televisión y con un silbato procedió a despedir de sus trabajos a muchos de sus empleados.
Chávez expulsó unos 18 mil de los 25 mil trabajadores de la petrolera en 2003, más de la mitad de la fuerza laboral de la inteligencia de la empresa petrolera y los sustituyó por una camada de personal políticamente afín al gobierno. La nueva PDVSA fue proclamada “roja rojita”, por la identificación de su personal con el socialismo bolivariano, y los expulsados buscaron colocación fuera del país.
Debido en buena parte a ello el mercado venezolano tuvo que afrontar una disminución en la producción de crudos; otros factores, como la crisis económica y la corrupción desatada a todos los niveles han influido en este descenso, pero también se debe, en gran medida, a la pérdida del personal calificado con el que antes contaba el país en todos los sectores productivos y que han migrado en busca de mejores oportunidades.
PDVSA, actualmente tiene una nómina de más de 100 mil trabajadores, pero su producción viene en un drástico descenso. De más de 3.5 millones de barriles diarios que producía en los primeros años de gobierno de Chávez, actualmente bombea alrededor de 760.000 barriles, recortando la entrada de petrodólares, en medio de una necesidad creciente del país de más ingresos. Una combinación de falta de inversión, impericia en el manejo de la industria, desbandada de trabajadores y pérdidas millonarias por el bajo precio del combustible en el mercado interno agrava la crisis de la industria, aunado a ello el deterioro de la infraestructura petrolera.
La narcocracia ha tratado de escudarse en las sanciones impuestas por los Estados Unidos de América y la Unión Europea entre otras razones, sin embargo, la charada de la presunta corrupción en la empresa petrolera puesta en escena recientemente nos muestra otra realidad; no es sólo la falta de capacidad profesional y laboral, a ello debemos sumar el estropicio permanente de la instalaciones petroleras, su falta de mantenimiento y modernización de sus refinerías y el abandono de campos petroleros.
Sectores como el médico asistencial, el petrolero, o el educativo, han sufrido el mayor éxodo de personal debidamente capacitado e idóneo. A pesar de ello, otros parajes se han visto beneficiados por la llegada de los profesionales venezolanos. Como un primer ejemplo, podemos mencionar que muchos de nuestros funcionarios petroleros se dirigieron a Alberta (Canadá), donde las arenas de alquitrán producen un residuo que es similar a la del crudo pesado de la Faja del Orinoco, la cual Venezuela buscaba desarrollar. En 2001 había 465 venezolanos en Alberta, y en 2011 el número ya se había incrementado a 3.860. Otros marcharon con sus bártulos encima buscando otros horizontes y se aposentaron en otras tierras como Colombia, Estados Unidos de América, México y el Golfo Pérsico.
La mano de obra en fuga incluye especialistas en áreas técnicas, petrolera, de comunicaciones, electricidad y educación, entre otros. El secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros y Gasíferos, Iván Freites, indicó que en los primeros meses de 2018 renunciaron unos 25 mil trabajadores de los 130 mil de la industria petrolera, en buena parte para buscar mejores oportunidades económicas allende nuestras fronteras.
Los miles de rostros ignotos que cruzan los confines venezolanos en una fuga interminable huyendo de la pobreza, la escasez, la inflación, la inseguridad, la insalubridad, la crisis humanitaria y social, la persecución de una autocracia sin control alguno, incluyen técnicos e ingenieros petroleros inconformes con sus sueldos y el modelo de vida instaurado por el socialismo del siglo XXI.
Los pozos que alguna vez explotaron las mayores reservas de crudo del mundo están abandonados o los dejan para que emitan gases tóxicos que arrojan un brillo anaranjado sobre las ciudades petroleras en crisis. Las refinerías que alguna vez procesaron petróleo de exportación son armazones oxidadas, que gotean crudo que ennegrece las costas y recubre el agua con un brillo aceitoso.
Colombia ha sido uno de los países que más se ha beneficiado de la diáspora petrolera venezolana; muchos de los actuales empleados de las empresas petroleras que operan en Colombia son trabajadores venezolanos que han contribuido al despegue petrolero que la nación andina ha experimentado en los últimos años, según destacan respetados analistas.
Justo en el momento que se producen los despidos en Venezuela, casualmente el gobierno colombiano abría sus puertas a la inversión extranjera en el sector petrolero incrementando la demanda de una gran cantidad de mano de obra capacitada e idónea que, tras la destitución masiva, era abundante y buscaba alternativas fuera de Venezuela. A esas dos causas se unió la gradual reducción de la violencia guerrillera, lo que según los expertos permitió que Colombia experimentara un «boom petrolero». Hoy, el hermano país es el tercer productor de petróleo de Sudamérica, por detrás de Venezuela y Brasil y el sector de hidrocarburos representa el 5,4% del Producto Interno Bruto colombiano.
Los actuales niveles de producción petrolera en Venezuela están muy distantes de los 3,3 m.b.d. de 1998, como también de los 2 millones de barriles diarios que Nicolás Maduro prometió a principios de 2022 que se alcanzarían en diciembre. Según datos del informe de octubre de 2022 de la OPEP, la industria petrolera en Venezuela, a pesar de los altos precios del mercado petrolero mundial, solo ha sido capaz de producir 723 mil barriles diarios. Esta cantidad representa, respecto a los niveles de 1998, una pérdida del 78 por ciento de su capacidad de producción.
Han sido receptores de los trabajadores petroleros venezolanos Colombia, México, Canadá, Estados Unidos de América, Noruega, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Arabia Saudita, Brasil y Argentina, entre otras naciones. Con su conocimiento, experiencia y dedicación nuestros trabajadores petroleros han ayudado al desarrollo de naciones allende los mares, mientras que Venezuela se hunde en la desidia, la ignorancia y la corrupción.