Una campaña mediática ha intentado manipular la opinión pública para convertir a Rafael Caldera en el culpable de todos los males de Venezuela por haber sobreseído a Hugo Chávez en 1994. Se repiten una y otra vez argumentos como que «era su padrino», o que «estaba entendido con él», o que «apoyó el golpe de 1992», o que «lo ha debido enjuiciar», o que «lo ha debido inhabilitar», lo que es falso en unos casos o era imposible en otros. Se oculta la gravedad de haber roto el orden constitucional creado a partir de 1961 con la Constituyente de 1999, que abrió el camino al autoritarismo y a la no alternabilidad en el poder. La verdad es que la liberación de Chávez fue pedida por todo el país y éste vio perder su popularidad al salir de prisión. Las causas que lo llevaron a Miraflores en 1998 y las que comenzaron a darle todo el poder en 1999, nada tuvieron que ver con el presidente Caldera ni con el hecho de su liberación en 1994. Pero, siguen insistiendo en algo que no es verdad, que deforma la realidad histórica, con la intencionalidad conocida de que una mentira dicha mil veces se convierte en verdad, lo cual por supuesto rechazamos completamente.
Fuente: Página Oficial de Rafael Caldera
Algo de culpa tuvo al ponerlo en libertad, sin embargo en mi opinión, si Chávez hubiese salido en libertad cuatro o cinco años después, igual seguiría llevando adelante su plan, entre otras cosas porque había mucho más gente involucrada en el desarrollo del proyecto de toma del poder y no pocos que estaban dispuestos a erosionar las bases de los partidos tradicionales. Las culpas están repartidas y recuerdo a muchas figuras de prestigio e influencia haciendo elogios de la nueva y espantosa Constitución que colocó en manos del Estado un poder y responsabilidad sin límites, hurtándole al ciudadano y sus organizaciones iniciativas fundamentales para fortalecer la democracia. Más culpas puedo identificar en la incapacidad de los partidos políticos para renovarse, en el clientelismo y la corrupción, ignorando las necesidad de reformas en todos los ámbitos como apuntaron los documentos de la COPRE desde 1988. También existen culpas previas y compartidas, para 1976 ya el modelo rentista-petrolero mostraba su agotamiento y la economía demandaba un nuevo rumbo, pero cuando éste se inició en 1989, el estamento político se opuso y las reformas necesarias abortaron cuando las fuerzas más conservadoras destituyeron a Carlos Andrés Pérez. Pero la cultura política generalizada en Venezuela, marcada por el caudillismo, siempre ha colocado sobre el presidente de turno los méritos y las culpas, ignorando que ninguno ha gobernado solo.
Por más que uno quisiera, los hechos históricos son realidades del pasado no sujetas a acomodos y cambios. No son elegibles para milagros, tampoco para sueños ni pesadillas. En cuanto al indulto de Chávez, no fue pedido ni agradecido por el pueblo venezolano. Pero, hipótesis negada, aún si hubiese habido algún apoyo al indulto, la ética cristiana, el sentido común y la experiencia política debieron haber triunfado para negar ese supuesto apoyo, lo cual en nada afecta lo ocurrido con la Constituyente de 1999, cuyo resultado se produjo por la arrogancia que impidió a sus opositores enfrentarlo unidos en método y propósito. La misma arrogancia que ha impedido restablecer la constitucionalidad democrática de 1961.