ABDÓN VIVAS TERÁN
ECONOMISTA, POR LA UCV, DOCTOR EN CIENCIAS POLÍTICAS -UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID. DIRIGENTE POLÍTICO DEMÓCRATA CRISTIANO, ESCRITOR, DIPUTADO AL CONGRESO DE LA REPÚBLICA, GOBERNADOR DEL DISTRITO FEDERAL, EMBAJADOR EN COLOMBIA.

Las relaciones entre Venezuela y Colombia han sido muy importantes para ambas naciones. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XX, han surgido graves problemas, a lo largo de la extensa frontera terrestre de 2.219 kilómetros, que repercuten hondamente en las jurisdicciones territoriales inmediatas a ella en ambas naciones.

Uno de estos problemas, de vieja data, es el contrabando cuyo monto total fluctúa según lo hagan los tipos de cambio del momento y la posibilidad de mover bienes y servicios en ambos espacios geográficos. Entre estos bienes podemos citar algunos que son casi permanentes en tal tipo de intercambio ilegal, como alimentos, combustible, lubricantes e insumos básicos para el proceso productivo.

Paralelo a este flujo de contrabando, se da también el abigeato que, según muchas de las informaciones provenientes del mundo empresarial preocupado por este asunto, aumentó en estos primeros veinte años del siglo que transcurre.

Aún más cercano en el tiempo histórico es la cada vez más grave presencia del tráfico de drogas, en especial de la cocaína, que azota a toda la región fronteriza colombo-venezolana y forma parte del flagelo extendido a todo el planeta producido por el consumo creciente de drogas, naturales y sintéticas que afectan la salud de comunidades enteras. Las muertes por sobredosis y la tasa de hospitalización por adicción han venido aumentando con extrema rapidez.

Colombia es hoy el más importante productor de cocaína del mundo. Para el 2020, según el Informe1 “Monitoreo de Territorios Afectados por Cultivos lícitos”, de la Oficina de las Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito, el área dedicada al cultivo de la hoja de coca en el país vecino llegó a la cantidad de 143.000 Hectáreas, concentrándose esa producción en las Regiones llamadas Pacífico, Catatumbo, Putumayo- Caquetá́, Central, Meta-Guaviare, Orinoquia-Amazonas, y Sierra Nevada. En dichas hectáreas se obtuvo la coca suficiente para elaborar 1.228 toneladas de clorhidrato de cocaína en el año que mencionamos.

Estas fueron transportadas al exterior utilizando los tradicionales corredores hacia el sur, Ecuador y Brasil, y hacia el oeste, Océano Pacífico y, cada día más, los nuevos corredores abiertos a partir de la larga frontera con Venezuela en especial en Zulia, Táchira y Apure. El promedio de producción de cocaína por hectárea sembrada de coca, en Colombia, fue de 7,9 Kilogramos para el año mencionado (7,9 Kg/Ha).

Las formas de transporte más utilizadas fueron las terrestres, por agua y aéreas. Las de agua copan un 80% de todo el transporte de cocaína y las aéreas el resto. Las terrestres se utilizan para, en el caso de los corredores de Venezuela, trasladar paquetes de coca pequeños que se van juntando, al otro lado de la frontera, hasta que se reúne un monto de cierta importancia, digamos en el entorno de los 300 Kg, y entonces se embarcan vía aérea por cualquiera de las rutas disponibles hacia México y los EE.UU. pasando por Centroamérica.

Al analizar la frontera, en este punto del tráfico de drogas, tiene cabida hacer otra breve mención referida a que, justo en la misma línea fronteriza, se encuentra la Región de Catatumbo que es la de más elevada superficie dedicada a la producción de hojas de coca entre todas las regiones que en Colombia se dedican a tal propósito.

Esta región, colinda con el occidente del Estado Táchira, y sus cultivos están situados a escasos kilómetros del puente Unión, tendido sobre el curso fluvial que comunica a Puerto Santander en Colombia, con Boca de Grita en Venezuela. El área cultivada alcanza la cifra de 40.116 hectáreas de plantas de coca, las cuales con una productividad media de 5,9 Kg/H, aportan una cantidad en el entorno de 236,7 toneladas, que equivalen aproximadamente al 20% de la producción total de clorhidrato de cocaína de Colombia. Esta droga se canaliza hacia territorios del Estado Zulia y del Estado Táchira, buscando los corredores que permitan su transporte hasta los centros de consumo más importantes del continente.

Para complicar más el asunto tengamos en cuenta que, en todas las regiones productoras de hojas de coca en Colombia, están permanentemente activos grupos armados de distintas organizaciones, entre ellas las más prominentes son el ELN, el EPL y los disidentes de las FARC.

También hay que considerar que, relacionado íntimamente con el tráfico de drogas, se ha venido extendiendo una ubicua corrupción que afecta en especial a las organizaciones estatales venezolanas y colombianas.

Además de este tipo de problemas más tradicionales, a los cuales acabamos de referirnos, en nuestras fronteras han venido apareciendo otros de enorme impacto y que tienden a influir de manera negativa en el desarrollo futuro de ambas naciones, así como en sus relaciones con otros pueblos y otros estados.

Nos referimos al traspaso de guerrillas, paramilitares y hampa común de un lado al otro de la frontera; a la utilización de territorio venezolano como santuario de protección de sectores y grupos de todas las organizaciones guerrilleras colombianas; a la acción permanente de guerrillas y paramilitares en acciones violentas a lo largo de la línea fronteriza; a la irrupción de destacamentos armados de la guerrilla, en apresto de combate, en zonas importantes de esa misma línea, en particular en los estados Apure y Táchira, y que se establecen en secciones territoriales venezolanas como si fueran tierras conquistadas; al tráfico de cocaína, marihuana y otras drogas a través de pasos estratégicos en la frontera y con originales e innovadores métodos de transporte, de financiamiento y de venta, que se utilizan desde el Zulia hasta el Amazonas.

Y a estos nefastos factores agreguemos la acción del hampa común, con tráfico de seres humanos, y prostitución; la depredación, que se ubica más hacia el interior de Venezuela, por parte de elementos relacionados con la guerrilla colombiana que realizan una labor de destrucción en zonas como el Arco Minero del Orinoco en busca de oro, diamantes, coltán, tierras raras etc. para su comercialización ilegal en determinados mercados internacionales.

Este es tan solo un listado parcial de elementos que perturban la paz, la amistad entre pueblos y gobiernos y tienden a hacer cada vez más difícil el mantenimiento de armonía y entendimiento entre ambas naciones.

EL CIERRE DE LA FRONTERA Y EL FIN DE LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS.

La delicada situación que hemos descrito en párrafos anteriores se ha agravado, aún más, con la política de cierre de la frontera que en varias oportunidades ha dictado el régimen autoritario de Venezuela. Estos cierres comenzaron siendo temporales y parciales hasta que fueron convertidos en totales y permanentes a partir del año 2019.

Esa política se inició el 20 de agosto del 2015 cuando desde Caracas se ordenó el primer cierre temporal, en respuesta a un ataque armado del paramilitarismo contra un destacamento de la Guardia Nacional en un barrio de San Antonio del Táchira. En esa misma fecha, Maduro ordenó deportar masivamente a cerca de dos mil ciudadanos colombianos, que eran habitantes permanentes en un barrio de San Antonio.

Otro aspecto, muy humano y doloroso, que brota de este entorno, consiste en las fracturas y dificultades que las autoridades han impuesto al variado y profundo intercambio familiar que existe a lo largo de la frontera. Aquí incluimos la multiplicidad de comunidades indígenas, en especial en el Táchira y en el Zulia, por ser zonas con elevada densidad poblacional.

En efecto, a este flujo migratorio se le considera el más grande ocurrido en el mundo, tratándose de un país que no vive un conflicto bélico. Y ante el cierre de los pasos fronterizos legales y establecidos, la diáspora se ha visto obligada a transitar por trochas llenas de dificultades, enrumbarse a pie hacia pasos peligrosos y difíciles para llegar a la república hermana.

De esta manera ponen en riesgo su vida y la de sus familias y se exponen a atropellos, extorsiones, muertes, enfermedades, ataques del hampa común y acciones violentas de los grupos armados. Muchos de ellos no han podido culminar el cruce de la frontera y la pérdida de tantas vidas exige a las autoridades un cambio pronto y radical de esta infausta situación.

IMPACTO SOBRE LAS VARIABLES COMERCIALES BÁSICAS

Nos parece útil acercarnos, brevemente, al tema de cómo el cierre de la frontera, la ruptura de las relaciones diplomáticas y consulares y el aniquilamiento del aparato productivo venezolano han impactado la corriente comercial que durante los últimos años ha circulado por la línea fronteriza.

Para evaluar dicho impacto, tomemos en consideración las cifras oficiales del monto de exportaciones e importaciones, y del volumen total del comercio entre ambos países elaborado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), organismo del gobierno colombiano.

Para completar el propósito de una rápida evaluación en este tema relevante, hemos seleccionado algunos años claves para que el lector pueda sacar sus propias conclusiones. Resulta obvio que, siendo las estadísticas que vamos a citar tomadas desde fuentes oficiales de Colombia, estos rubros se refieren a datos colombianos.

Así, por ejemplo, cuando hablamos de exportaciones se trata de las que envían desde Colombia a Venezuela. Al mismo tiempo y desde una óptica de Venezuela, esa cifra equivale a las importaciones que Venezuela recibe desde Colombia. De igual manera, las cifras de importaciones de Colombia desde Venezuela, que consagra el informe del DANE, corresponden a las cifras de exportaciones que desde Venezuela van hacia Colombia.

Tengan presente, además, que, las cifras se presentaran en millones de US dólares y que han sido redondeadas. Para más información sugerimos localizar en la página web del DANE las series históricas correspondientes a las variables que acabamos de enunciar.

Veamos, en primer lugar, los datos correspondientes al año 1998, justo al finalizar el segundo gobierno del presidente Caldera. En dicho año el valor de las exportaciones totalizó 1.146 millones de US$, las importaciones 1.312 millones de US$ y el Intercambio Comercial Global fue la cantidad de 2.458 millones de US$. Vale señalar que, sin ser un resultado espectacular, dadas las condiciones económicas para entonces existentes en la esfera internacional, el resultado mencionado permitía albergar fundadas esperanzas de que se marchaba hacia un mejoramiento en los valores del intercambio binacional con positivas consecuencias sobre el empleo, la producción, el ingreso y el avance y modernización de nuestras respectivas economías que, además, podían estar caminando hacia una adecuada complementación.

Veamos qué ocurre con las variables que examinamos para el año 2008. Para esta fecha ya Venezuela había avanzado significativamente en la ruta autoritaria que, desde temprano, tomó el régimen de Hugo Chávez Frías y, desde el punto de vista económico, ya se vislumbraba el colosal aumento de los precios promedios del petróleo que hizo fluir hacia las arcas oficiales de Venezuela, en el periodo 2005-2012, nada menos que la cantidad de 1,2 billones de US$.

Las variables analizadas presentan el siguiente comportamiento para el año 2008. Las exportaciones llegaron a 6.071 millones de US$; las importaciones a 1.198 millones de US$ y el Intercambio Comercial Global 7.269 millones de US$. Este fue el año en que el intercambio comercial entre ambos países llegó a su nivel más elevado.

En ese lapso, más que se triplicaron los montos del intercambio comercial con relación a 1998. Obviamente, Venezuela disponía de una buena masa de dólares, pero, al mismo tiempo, el sector privado colombiano producía adecuadamente mientras el sector privado de Venezuela, sumado a las empresas estatales, exhibía aún cierta musculatura productiva. No obstante, debemos tomar en cuenta que ya el régimen de Chávez estaba avanzando en su agresiva política de expropiaciones en todos los sectores técnicos de la producción de servicios, agricultura e industria; la empresa privada, junto al aparato productivo nacional, comenzaban a ser extinguidos por la tendencia expropiatoria.

Veamos ahora qué ocurre en el año 2015, una vez afianzado Nicolás Maduro en el poder. Las variables que estudiamos muestran los siguientes resultados: Exportaciones 1.060 millones de US$, Importaciones 292 millones de US$ e Intercambio Comercial Global 1.352 millones de US$.

Al comparar estas cifras, con las correspondientes al año 2008, se nota, con claridad meridiana, que se ha producido una estrepitosa caída del valor de cada una de las variables. La importación de productos venezolanos desde Colombia ha disminuido de manera notable, así como las exportaciones colombianas a Venezuela también lo han hecho aun cuando a escala inferior a la anterior. Esta situación ha de atribuirse, de una parte, a las fallas colosales de la política económica del régimen autoritario.

Pero, por otra parte, y nada despreciable, ha de atribuirse asimismo a las medidas de Maduro dirigidas a cerrar la frontera y a expulsar ignominiosamente a miles de ciudadanos colombianos desde sus hogares en San Antonio del Táchira hacia el territorio de la hermana república. Sin duda, Maduro había golpeado, gravemente y sin razón alguna, la corriente comercial entre ambas naciones.

Examinemos ahora los datos disponibles para el año 2021: para esta fecha se habían roto las relaciones diplomáticas y el cierre de la frontera era ya una larga historia que se extendía algunos años hacia atrás. Pues bien, al terminar el año 2021 las variables a que nos venimos refiriendo presentaban una lamentable disminución tan aguda que su impacto en las cuentas nacionales de ambos países, en especial sobre las de Venezuela, era insignificante.

Así́, las exportaciones de Colombia a Venezuela llegaron a la pequeña cantidad de 331 millones de US$, mientras que las importaciones desde Venezuela llegaron a la casi imperceptible cantidad de 69 millones de US$; el Intercambio Comercial global, por su parte, se ajustaba en 400 millones de US$. En la práctica real estos resultados significan que el comercio legal entre las dos naciones había sido prácticamente anulado con todas las secuelas que esto genera hacia la actividad productiva en ambas naciones.

HACIA LA APERTURA DE LA FRONTERA

En estos últimos meses se ha venido produciendo una aguda y extensa campaña por parte de universidades, asociaciones de ciudadanos, centros de investigación en economía, articulistas en los medios de comunicación y, en forma especial, las asociaciones gremiales empresariales en cada nación, solicitando y emplazando a sus gobiernos para que abran la frontera y pongan en marcha el protocolo necesario para reabrir las relaciones diplomáticas.

Una parte significativa de la explicación -por esta amplia y positiva reacción de la sociedad civil de ambas naciones- debemos encontrarla en las evaluaciones que acabamos de hacer del resultado que presentan en distintos años las variables que intervienen en el intercambio comercial binacional; estamos seguros que todas estas instituciones conocen estas cifras y han llegado antes que nosotros a su correcta evaluación y, en consecuencia, han comenzado a transitar la ruta de reclamos y de solicitud de cambios de política, en especial en el caso de Venezuela, que la situación catastrófica del comercio entre ambos países amerita; por cierto lo están haciendo en alta y potente voz.

PROPUESTAS PARA POTENCIAR UNA AMPLIA INTEGRACIÓN FRONTERIZA

Desde nuestro punto de vista debemos asentar que la reactivación de las relaciones fronterizas entre Venezuela y Colombia debe verse como un proyecto integral, transformador y potenciador de los intercambios entre ambos países. Esta reactivación debe instituirse como una política dirigida a acelerar el ritmo de un desarrollo económico-social, eficiente, equitativo y productivo. Los gobiernos han de actuar al unísono, con disposición a superar viejas diferencias y sin utilizar medidas de retaliación o teñidas de demagogia. Para cumplir con aquel propósito, el régimen venezolano debe tomar una serie de pasos imprescindibles; algunos de estos se ejecutarán con el propósito de corregir errores anteriores que le han causado severos daños a Venezuela y han perturbado de manera radical el flujo de relaciones binacionales.

Haremos breves apuntes sobre estos pasos.

En primer lugar, es obvio que debe decretarse con rapidez la reapertura de todos y cada uno de los pasos fronterizos que están cerrados desde años atrás; esto contribuirá a restablecer el ritmo de las relaciones humanas, familiares, culturales y turísticas, inter-fronterizas e internacionales. Esto se puede hacer al mismo tiempo que se ordene reabrir las relaciones diplomáticas y las consulares; estas últimas son de especial importancia, dado el enorme flujo de la diáspora que se ha dirigido hacia Colombia, cuyas autoridades estiman en 2,5 millones de ciudadanos venezolanos, quienes se han acogido al orden constitucional de Colombia. Este paso puede arrostrar dificultades políticas importantes, pero no hay duda de que es el primero y el más sencillo que se debe tomar.

En segundo lugar, este proceso, si en verdad pretende el relanzamiento y crecimiento del intercambio económico y comercial entre ambas naciones, debe asentarse en procedimientos que tiendan a restablecer la confianza personal y jurídica dentro del extenso sector privado venezolano que ha sido golpeado por el régimen. Por esto proponemos, como paso necesario, que Maduro y su equipo de gobierno pongan en marcha, de manera rápida y expedita, la entrega a sus legítimos propietarios de aquellas instalaciones, fábricas, edificios, fundos agrícolas y pecuarios, oficinas administrativas, terrenos, vehículos etc. que, en forma indiscriminada, arbitraria e ilegal, fueron expropiados en distintas épocas del largo ejercicio del poder por parte de la dictadura.

Estos pasos iniciales deben estar acompañados por otros, que son de absoluta necesidad, para que el relanzamiento de la actividad productiva sea exitoso.

Se trata en el paso tercero, de adelantar un conjunto mínimo de medidas políticas, sociales e institucionales que haga posible que, la apertura de la frontera y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y consulares, sea un aporte importante al desarrollo de las fuerzas productivas.

Este conjunto mínimo, que debe ser anunciado y ejecutado paulatinamente por el régimen, debe contemplar, en nuestra opinión, los siguientes elementos: garantizar la seguridad de las inversiones extranjeras públicas y privadas; garantizar la seguridad de la contratación empresarial y del respeto al Estado de derecho; garantizar el derecho a la propiedad privada de los medios de producción, en el marco de la ley, y con la seguridad de parte del Estado venezolano de no realizar expropiaciones compulsivas; adelantar el libre juego de la competencia en el mercado con regulación social; aplicar política de equilibrio de las variables macroeconómicas básicas; impulsar el desarrollo de una autoridad autónoma encargada de la política monetaria; garantizar la libertad de asociación gremial y de asociación en el mundo del trabajo; garantizar adecuado flujo de financiamiento a los proyectos que tengan impacto en las relaciones bilaterales.

Como puede colegirse, mediante esta conceptualización se introduce un cambio profundo en lo que hasta ahora ha sido la desastrosa política económica que se ha aplicado a la nación. Le corresponde entonces a Maduro tomar la palabra y que el pueblo conozca si está dispuesto o no a revertir sus terribles errores y dar paso a una honda y profunda transformación.

Paralelamente a los pasos anteriores, hay otro que debe tenerse muy en cuenta, por cuanto es especialmente delicado para la economía de Venezuela en sus relaciones comerciales con la hermana república. En este caso, se parte de la simple y evidente constatación de que las medidas económicas tomadas en los últimos años han reducido a escombros el aparato productivo de la industria, de la agricultura y de la ganadería venezolanas y han afectado gravemente a los de minería y servicios.

En consecuencia, en el momento en que se reabran las fronteras ambas naciones estarán en posiciones diametralmente distintas para aprovechar con rapidez y discernimiento las posibilidades que para el crecimiento económico mutuo se abran en ese momento. Una nación, Venezuela, con un aparato económico diezmado y la otra, Colombia, con un aparato económico con relativa robustez y modernidad dispuesta a utilizar todos los elementos disponibles a su favor.

Dada esta poderosa razón deseamos proponer que, incluso desde antes de abrir el intercambio hacia un eventual libre comercio, el gobierno de Venezuela proceda a tomar disposiciones que ayuden al país a superar la gran diferencia existente entre ambas repúblicas con relación a esta materia. Estas diferencias se dan en cuanto a la dotación de la estructura productiva y su funcionamiento, como en cuanto a la composición de la canasta de bienes que se intercambia, como en cuanto al saldo de la balanza de pagos entre ambos países que ha tendido a ser estructuralmente superavitaria de manera abrumadora hacia Colombia.

El gobierno venezolano, en beneficio de la nación, debe ceder en su habitual terquedad y en su inclinación a ideologizar cualquier intento de política económica y, en consecuencia, además de liberalizar la economía gradualmente, aplicando el programa mínimo que definimos en párrafo anterior, deberá́, en común acuerdo con los gremios empresariales y del trabajo de los sectores industriales, agrícolas y pecuarios, designar sendas comisiones encargadas de elaborar los términos de un Acuerdo Comercial que tomando, en cuenta las diferencias señaladas, se pueda conversar con la hermana república.

Dichas comisiones deben estar integradas en forma equilibrada, ser dotadas de atribuciones suficientes para llevar a cabo su tarea, se les debe señalar un plazo máximo para su cumplimiento y se les puede dotar de asesorías científicas y técnicas útiles y convenientes, para que puedan trabajar en la elaboración de un nuevo Tratado de Acuerdo; este debe corregir las graves fallas que presenta y poner al día gran variedad de aspectos del Acuerdo de Alcance Parcial, que está vigente entre ambas naciones, desde el día 19 de octubre del 2012.

Dicho nuevo Tratado debe tomar en cuenta el necesario lapso que Venezuela necesita para ir transformando a fondo su estructura económica, recreándola y modernizándola, y debe prever, además, las etapas necesarias para ir ampliando y complementando los flujos de comercio binacional. En sus cláusulas se deben señalar los elementos más significativos en este tipo de tratados, que son de naturaleza general, pero debe atenderse, asimismo, en el capítulo correspondiente, a las características específicas de cada uno de los dos países que lo suscribirán. Dentro de los elementos a tomar en cuenta algunos son: tratamiento de derechos de aduana preferenciales y de otros impuestos aplicables a importaciones y exportaciones, los bienes exentos y productos autorizados para comerciar, la jurisdicción aceptaba en caso de que surja la necesidad de dirimir conflicto entre las partes, las condiciones sanitarias, zoosanitarias y fitosanitarias, los derechos de propiedad intelectual, las monedas a utilizar, el caso específico de acuerdos con otras naciones, mecanismos de denuncia etc.

Todas estas materias han de ponerse al día y encauzarlas hacia la potenciación del flujo de relaciones comerciales entre las partes. Cabe meditar, además, sobre otro tipo de acuerdos los cuales deberán suscribir ambas naciones y dirigidos al control y represión del grave problema del tráfico de drogas, del complejo problema del contrabando y del abigeato que podrían ser objetos de amplio entendimiento entre ambas naciones.

Como se deriva de lo que hemos incluido en esta propuesta, se debe aprovechar la oportunidad de la reapertura y normalización de la frontera por parte de nuestro país -un asunto complejo- para entender que ello requiere un cambio de visión fundamental en la conducción de la dictadura.

Para terminar, y como complemento a la propuesta acerca de las relaciones fronterizas que estamos desarrollando, nos resta referirnos a un último elemento. Este tiene que ver con recordar que, durante el anterior periodo democrático y a mediados del año 1989, se crearon, por decreto del gobierno de entonces, unas comisiones de trabajo binacionales que actuaban en forma de red para cubrir toda la vasta gama de las relaciones fronterizas. Dichas comisiones estaban bien organizadas y eran funcionales, operativas e integradas por ciudadanos ilustres, preparados, con vocación de servicio y amor a la patria. Entraron en funcionamiento, al principio de la década de 1990 del pasado siglo, durante el segundo gobierno democrático del presidente Carlos Andrés Pérez.

Estas comisiones fueron tres, cada una dedicada a un fin específico y relevante. La primera comisión se denominó́ Comisión Negociadora de Límites y estaba dirigida a avanzar en el pedregoso territorio de la delimitación de la frontera en las áreas marinas y submarinas del Golfo de Venezuela. La segunda comisión se denominó́ Comisión Presidencial de Fronteras, y estaba dirigida a estudiar y proponer fórmulas para eliminar -paliar al menos- algunos de los muchos problemas sociales, de infraestructura, de preservación del medio ambiente, de conexiones eléctricas, de aprovechamiento de los ríos comunes, de vecindad, de transporte, de abastecimiento etc., que existen entre las zonas fronterizas de ambos estados. La tercera comisión se denominó́ Comisión Binacional Fronteriza, y estaba dirigida a coordinar la actuación de las fuerzas armadas y policiales, a controlar el hampa común, a mejorar la seguridad, a proteger contra el tráfico de drogas, a explorar y poner en marcha iniciativas conjuntas entre las fuerzas armadas de ambos países dirigidas a controlar el problema de las movilizaciones guerrilleras y a mejorar las condiciones existentes en la frontera colombo-venezolana o largo de su línea fronteriza.

Estas comisiones hicieron un buen trabajo durante la primera década de su creación. Dejaron numerosos documentos en los archivos nacionales que permiten conocer mejor los problemas, y sus respectivos diagnósticos, a lo largo de toda la zona fronteriza. Al llegar el gobierno de Chávez, estas comisiones y sus trabajos, comenzaron a ser colocadas en una posición secundaria hasta que, avanzando en el tiempo el régimen de Maduro, fueron confinadas al sueño eterno.

Dada la situación en que hoy se encuentran las que en alguna etapa anterior fueron exitosas comisiones presidenciales, pensamos que es buena idea que se pongan de nuevo en funcionamiento. Que se seleccione con esmerado cuidado a sus integrantes. Que se les devuelva su rango de asesores de la Presidencia de la República, que se les dote de recursos y de un reglamento necesario para su mejor funcionamiento, que se potencien algunas de sus atribuciones. Todo esto derivará, no tenemos duda al respecto si se respeta su rango de atribuciones y se toman en cuenta sus recomendaciones, en un indudable mejoramiento de las complejas relaciones fronterizas entre nuestros dos países hermanos.

A partir de allí, de la ejecución de todos estos pasos y de su armoniosa aplicación, es posible pensar que la reapertura de fronteras y de las vías diplomáticas rinda beneficios al proceso productivo y a la integración social, en especial, de la frontera entre ambas naciones.

CONCLUSIÓN

Mas allá́ de estas propuestas, que hemos procurado delinear sucintamente, queda amplio espacio para que, un nuevo gobierno democrático y participativo que pueda surgir en el futuro en Venezuela, completamente alejado del concepto de socialismo del siglo XXI, abra la senda para desarrollar un nuevo orden económico, con profundas transformaciones estructurales, al cual denominamos Economía Social de Mercado. En otro de nuestros trabajos hemos examinado sus especificidades y manera de funcionamiento. Por ahora, reiteramos que para nada ayudará a empresarios ni a trabajadores, ni al desarrollo de una economía bilateral eficiente y productiva, la apertura de la frontera si el régimen no se compromete y acepta la aplicación de estos pasos a los cuales nos acabamos de referir.

Por la parte de Colombia, es necesario decir que ella está mejor preparada que Venezuela para aprovechar los elementos positivos que resultan de la apertura de la frontera y de la reanudación de las relaciones diplomáticas en orden a promover su economía. Esto es el resultado de que este país ha manejado con tino sus variables macroeconómicas básicas. Ha mantenido su complejo equilibrio, ha estimulado las capacidades productivas de la nación y ha creados incentivos a las actividades comerciales. Ha mejorado su PIB per cápita, aun cuando ha visto aumentar el grado de desigualdad existente en la distribución del ingreso. Su PIB ha crecido constantemente, aun a ritmos diferentes, durante las dos últimas décadas. En ese lapso, la tasa de crecimiento del PIB ha sido siempre positiva, con la sola excepción del año 2020 en el cual irrumpió́ la pandemia del coronavirus; en ese año, la tasa del PIB se redujo a -7%, sin embargo, el año siguiente, 2022, se obtuvo el sorprendente resultado de un incremento del PIB del 10,6% % que ha sido el más elevado crecimiento del PIB registrado hasta ahora en las estadísticas de la hermana república. De igual manera la economía colombiana ha recuperado, aun cuando más lentamente que el PIB, el crecimiento de sus salarios reales, así́ como el ritmo de mejoramiento en el nivel de empleo.

Retornando a Venezuela, y ya para finalizar, se trata de que se asuman medidas -como la reactivación diplomática y consular y la reapertura amplia y eficiente de la frontera- que puedan formar parte de una política de mayor amplitud que tienda sin pausa y con perseverancia al desarrollo de un nuevo orden económico. En este nuevo orden, las relaciones diplomáticas, consulares y económicas con nuestro querido vecino, la nación colombiana, serán estables, sólidas y bien fundadas, y, además, pertenecerán al conjunto de elementos que se requerirán para avanzar hacia la profunda trasformación estructural y democrática que clama la nación.