MILOS ALCALAY

 

Los vientos de esperanza que se dieron hace 80 años para adoptar un Nuevo Orden Internacional terminada la conflagración mundial, con el objetivo principal de prohibir que se repitieran los horrores de la II Guerra, erradicar al Nacionalsocialismo de Hitler y a los integrantes del eje totalitario, e impedir el uso de la fuerza. A ese fin se dedicaron los presidentes de las fuerzas victoriosas aliadas en las diferentes conferencias preparatorias de Yalta, Bretton Woods, Potsdam, Teherán, Casablanca. Gracias al compromiso de los estadistas de las naciones más importantes en el momento, se culminaron los acuerdos logrados con la suscripción de todos los países de la Carta de las Naciones Unidas para que NUNCA MÁS, la humanidad tuviera que sufrir las amenazas bélicas de destrucción.

Pero ocho décadas después, vemos con preocupación que se presentan nuevamente situaciones que pueden arrastrarnos a una escalada indetenible. La bola de nieve del odio va en aumento en crueldad y mortalidad masiva, mientras que los conflictos bélicos aumentan la inestabilidad global. El peligro radica en que ya no se trata solo del conflicto puntual en las regiones donde surge, sino que la gravedad y la interdependencia global arrastra a todas las Naciones del Mundo hacia una peligrosa situación que creíamos superada.

Veamos algunos ejemplos recientes. La guerra de Rusia contra Ucrania ya lleva tres años, y la pérdida de vidas humanas se cuenta por millares de parte y parte. Además de la activa presencia de Estados Unidos y de la Unión Europea, se suman los colaboracionistas con Rusia que va desde los mercenarios tipo Wagner o las Naciones antioccidentales sumándose a la guerra. La activa presencia de Irán, sumado a la reciente confirmación de la utilización de drones y misiles provenientes de Corea del Norte sumados a las Cumbres de África, o de Asia, a la que se suman los incondicionales aliados de Rusia en América Latina como Cuba, Venezuela y Nicaragua, es la otra cara de la moneda que demuestra que en la invasión rusa a Ucrania, Moscú no actúa aislada.

Las políticas de dominación de Rusia no solo están dirigidas a Ucrania. Hemos visto cómo en varias Republicas Ex Soviéticas, Moscú procura recuperar su dominación basada en una mezcla de megalomanía Soviética y Zarista, con claras muestras de expansión militar en su apoyo a la promoción de modelos totalitarios antioccidentales.

Esta impunidad de hecho que ha alcanzado Rusia, ha radicalizado los apetitos expansionistas de Beijing. Las recientes amenazas de la República Popular China en contra de la democrática Taiwán, genera una preocupación cada vez más alarmante.

Pero es en el Medio Oriente donde se vive una angustia mayor. Parece muy lejano ya el sueño de Shimon Peres de construir un nuevo Medio Oriente de paz, desarrollo y cooperación en la región, que había avanzado lenta, pero sólidamente. Gracias a la firma de Paz entre Itzak Rabin, Shimon Peres y Yaser Arafat se abrieron nuevas vías en la región. Ya no eran sólo los Acuerdos de Paz con Egipto, Jordania, Marruecos, sino que posteriormente se multiplicaron con los Acuerdos de Abraham, hasta el punto que ya estaba anunciada la firma de Paz con Arabia Saudita, uno de los actores claves en el Medio Oriente; el modelo de Paz en la región avanzaba. Solo con esa firma (sumada a los otros acuerdos con países árabes) pondría fin al terrorismo propiciado por el Irán a través del Hamas, del Hizbola y otras fuerzas extremistas negacionistas, que desde 1944 han rechazado reconocer un espacio como hogar del pueblo hebreo.

De allí surge la provocación terrible de la masacre del Hamas del 7 de octubre en el que asesinaron a más de 1.400 ciudadanos civiles israelíes, incluyendo a mujeres, niños, ancianos. Fue una fría provocación calculada por los terroristas para acabar con los procesos de paz, porque ante un horror de esa magnitud, sabían las reacciones que tendría en todo Israel, con el deseo de defender su existencia y procurar el retorno de sus rehenes. Los terroristas sabían que la reacción militar israelí sería total. Y por eso actuaron para frenar el avance de la paz, y el retorno de la guerra y para enfrentar al ejército israelí utilizando nuevamente a sus propias mujeres, niños y ancianos como escudos humanos para lograr sus objetivos monstruosos. Buscaban asimismo convertirse ante la opinión pública en víctimas y no en victimarios, sin importarles las vidas de los palestinos, si con ello podían realizar la campaña del falso genocidio de Israel contra los palestinos, cuando la lucha es contra Hamas. Israel, a pesar de sus divisiones internas de respaldo o rechazo a Netanyahu, se mostró unido frente a Hamas.

Los servicios de inteligencia identificaron los planes de destrucción convocados por el número 2 del Hamas Saleh Al Aruri, en Beirut, por lo que se llevó a cabo un acto para eliminar al dirigente terrorista y sus camaradas reunidos en su comando libanés, lo que trajo como respuesta la condena inmediata de los dirigentes del Hizbola, organización terrorista Chiita respaldada por el Irán.

En las últimas semanas, ya en el norte de Israel, se lanzaron varios misiles del Hizbola desde el Líbano, y –como es lógico suponer- se produjeron las respuestas inmediatas de Israel. Pero aún ese conflicto no se ha profundizado. Está latente.

El mortal atentado perpetrado por el Estado Islámico (ISIS) en la ciudad iraní de Kernan que causó más de 80 muertos en las ceremonias de homenaje del General Qasem Soleimani, muestran un cuadro complejo. La Guerra se extiende a las diferencias religiosas del islam, a pesar de que ambas partes están de acuerdo en destruir los valores occidentales inspirados en el judeo-cristianismo.

A su vez, los rebeldes Huties del Yemen, no solo han lanzado misiles en contra del Sur de Israel, sino que han hostigado a todos los buques mercantes de circulan por el Mar Rojo para utilizar el Canal de Suez, lo que ha llevado a una gran alianza de varios países de Europa, los Estados Unidos, Japón, Australia y otras regiones, afectados por los secuestros de buques mercantes por los extremistas yemenitas.

Como si esto fuera poco, los tambores de la Guerra también suenan en nuestra América del Sur, por las amenazas llenas de contradicciones del régimen madurista de arrebatar como estado venezolano a la nueva provincia de la Guayana Esequiba, de nombrar un gobernador venezolano y de ofrecerle la nacionalidad a los habitantes guyaneses, lo que es visto con preocupación por los países del Caribe, y por vecinos como Brasil.

En este momento peligroso de la escalada, que podría continuar aumentando, es cuando mayores esfuerzos deben darse para frenar lo que podría llevarnos a una III Guerra Mundial. El Papa Francisco ha reiterado su mensaje elevando sus plegarias por quienes sufren el drama de la guerra, especialmente los pueblos de Ucrania, Israel y Palestina – para luego afirmar: La guerra siempre es una derrota. Nadie gana.