MARCOS VILLASMIL

 

La democracia ecuatoriana parece estar tocando fondo. Ya de por sí ello sería una gran señal de alarma. Pero ¿qué decir de la crisis colombiana, peruana, guatemalteca -en general centroamericana, quizá con la excepción de Costa Rica- Argentina, incluso Chile? ¿cómo olvidar a las naciones que las han perdido y luchan denodadamente por recuperar su democracia, Cuba, Venezuela y Nicaragua?

Detrás de tales catástrofes hay decenas de causas, de errores, de traiciones, de imprevisiones y de olvidos. Es conveniente asimismo afirmar que no podemos suscribir los análisis que siguen reduciendo el meollo de las crisis de nuestra región fundamental y esencialmente a estudios macroeconómicos, a mejoras de la inflación o de la balanza de pagos. Es por lo menos ingenuo seguir resumiendo los males latinoamericanos, las desesperanzas que generan, los desafíos que parecen imposibles de superar, a una supuesta acción o a la inacción de los actores económicos. Son terriblemente importantes, sin duda alguna, pero no son los únicos, ni de lejos.

Por ejemplo: los sistemas judiciales sin independencia e instituciones públicas con altos índices de corrupción hacen una contribución estelar para el incremento de la inseguridad e impunidad. Para Transparencia Internacional los índices de percepción de corrupción de América Latina no muestran avances de ningún tipo.

La experiencia histórica nos dice que sin unos sistemas de justicia mínimamente confiables para el ciudadano común la arquitectura democrática se derrumba con facilidad; de hecho ni siquiera se construye completamente, o logra consolidarse.

Y como hablamos de justicia, debemos hacerlo de educación, de las políticas de salud, de la división de poderes, de una cultura política basada en el moderado y ponderado diálogo, del respeto al pluralismo, a la opinión ajena. Evitar como la peste la confrontación conspiranoica, las teorías que todo lo resuelven con la sumisión a un nuevo mesías, a un caudillo modelo siglo XXI.

Mientras, la democracia languidece, sin que nadie se preocupe por las razones de su decadencia.

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El índice de “Riesgo Político América Latina” elaborado por el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile (CEIUC) va por su tercer año. Dicho reporte comenzó por la necesidad de identificar los principales riesgos que anualmente enfrenta la región.

En su edición 2023, aparecida el pasado 10 de enero de este año que comienza, bajo la responsabilidad de Jorge Sahdm, Daniek Zovatto y Diego Rojas, el informe destaca que este año se inicia con el regreso de la “marea rosa” a América Latina, donde cinco de sus principales economías -Brasil, México, Chile, Argentina y Colombia- son gobernadas por fuerzas de izquierda.

No es la primera «marea roja», pero a diferencia de la que se diera en la primera década de este siglo, los escenarios son radicalmente diferentes. El único actor gobernante hoy de izquierda que estaba en aquellos tiempos es Lula da Silva. Ya no existen ni las bonanzas económicas de entonces, ni gobiernos con mayorías parlamentarias confortables.

¿Cuáles son, según el Índice mencionado, algunos de los riesgos principales que enfrentaremos los latinoamericanos en 2024?

Crimen organizado

A pesar que la población de América Latina y el Caribe representa cerca del 9% del planeta, la región registra más del 30% de los homicidios mundiales, destaca “Riesgo Político América Latina 2023″.

Superada únicamente por Jamaica, Venezuela ocupó el segundo lugar en la tasa de homicidios en América Latina en 2021, con 40,9 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el Emergency Watchlist 2022 del Comité Internacional de Rescate (IRC). Honduras, en tanto, ocupó la tercera posición en tasas de homicidios, con 38,6 por cada 100.000 habitantes, siendo considerado el lugar más mortífero de América Central. Colombia y México también exhibieron cifras altas, por la acción del narcotráfico y del crimen organizado.

Puede leerse en el Informe: “El crimen organizado crece donde el Estado es relativamente débil, las instituciones corruptas y predominan economías informales con altas tasas de desigualdad y pobreza”.

Retroceso democrático

“La democracia a nivel global está bajo asedio”, señala asimismo el informe, donde también se indica que dos tercios de la población mundial vive ahora en democracias en retroceso o en regímenes híbridos y autoritarios, según datos de IDEA Internacional 2022.

Para peor: “todo parece indicar que las perspectivas latinoamericanas para 2023 seguirán siendo mayoritariamente negativas”, señala el informe.

Destacan los casos de Haití, un Estado fallido, y el aumento de la represión en Venezuela, Nicaragua y Cuba. Es de notar que El Salvador deja de ser considerada una sociedad democrática, para ser por los momentos un «régimen híbrido». Nayib Bukele buscará la reelección el próximo febrero (pese a que lo prohíbe expresamente la constitución). El temor está claro: después de la victoria, es posible que la deriva autoritaria bukelista se incremente.

Graves problemas de Gobernabilidad

Según el índice la luna de miel de los gobiernos en América Latina es cuestión del pasado. Si el primer año solía ser el de mayor apoyo ciudadano para los mandatarios, hoy la sociedad cambió”.

Ejemplos: Gabriel Boric, que vio caer su aprobación a menos de 40% en sólo cinco semanas de gobierno; En Colombia Gustavo Petro aumentó en 20 puntos su desaprobación en dos meses. Viendo al pasado reciente, los mandatarios de Argentina y de Perú en 2022 alcanzaron niveles de aprobación inferiores a 30%.

Usted es electo y en pocas semanas en lugar de una luna de miel pareciera que lo que sucede es un «rechazo – castigo express».

Mientras, el tradicional péndulo electoral mantiene su brío: «Entre 2019 y 2021, en 13 de las 14 elecciones presidenciales, los votantes cambiaron de signo político, con la excepción de Nicaragua, país sin democracia ni elecciones libres”, apunta el estudio, que agrega: “El fenómeno de mayor fragmentación política y partidos oficialistas con menor representación es una tendencia de las últimas décadas en gran parte de las democracias de América Latina”.

Cada vez surgen más partidos, a la sombra de liderazgos populistas y caudillistas. Y la vida de cada organización estará dictada por la duración del liderazgo del jefe supremo partidista.

Nuevos estallidos de malestar social

“América Latina se aproxima a una nueva tormenta perfecta, que eleva el riesgo de nuevos estallidos de malestar social. Al alza del costo de vida debido a una persistente inflación, se suman una desaceleración económica significativa, una baja en los precios de las materias primas y condiciones financieras más restrictivas″, advierte el estudio.

Como señala el FMI, la región se encamina a un tercer shock. A la pandemia del 2020-2021 y los efectos de la guerra de Rusia en Ucrania el 2022, se agrega un entorno económico y financiero más complejo. Si bien las manifestaciones desaparecieron el 2020 por los extensos confinamientos de la población, en 2021 y 2022 progresivamente fueron apareciendo, como ha ocurrido en Perú, Guatemala, Panamá, Colombia o Haití, entre otros. Y en Venezuela y Cuba, pese a la creciente represión, la ciudadanía no deja de reclamar.

La región se dirige hacia una nueva década perdida, con un crecimiento promedio cercano al 0,8% anual, incluso más baja que la década perdida de los 80.

Crisis migratoria

Según el estudio, en la última década los flujos migratorios irregulares en América Latina se han vuelto más dinámicos, complejos y diversos. El mayor desplazamiento en la región ha sido de ciudadanos venezolanos que huyen de la violencia, la persecución política y la pobreza. En la actualidad existen más de siete millones de venezolanos migrantes y refugiados en el mundo. De esta cifra, más del 80 % se encuentran distribuidos en 17 países de América Latina, especialmente en Colombia, Perú, Ecuador, Chile y Brasil.

“Las cada vez más frágiles economías latinoamericanas han sido incapaces de absorber las necesidades de los cada vez más grandes flujos migratorios”, menciona el estudio. “Ante un incremento en la percepción de la inseguridad y un aumento de delitos violentos en que se ven envueltos inmigrantes, el mayor riesgo que enfrentan los países latinoamericanos es tener que enfrentar una exacerbación de la xenofobia e incremento de los conflictos sociales ante un cada vez más precario escenario económico y social”, advierte.

Inseguridad alimentaria

El 2022, en América Latina, cuatro de cada 10 habitantes han vivido con inseguridad alimentaria. Sólo entre 2020 a 2021 la población desnutrida en la región aumentó en cuatro millones llegando al 8,6 % regional. En sólo dos años, más de 13 millones de personas han caído en el hambre, son parte de los datos que entrega el índice.

Con la pandemia la situación, que venía mal, sin duda alguna empeoró.

“El hambre ya no sólo está presente en sectores sociales en los que históricamente se identificaba. Cada vez más la hambruna se hace presente en las ciudades urbanas y en miles de familias que nunca la habían padecido”, señalan los autores del estudio.

Y agregan: “Ante un cada vez más incierto panorama internacional y los notorios efectos del cambio climático, el riesgo para los países latinoamericanos es no generar soluciones que permitan disponer una seguridad alimentaria para una población con cada vez más necesidades y vulnerabilidades”.

Polarización y noticias falsas

Según el informe, “la presencia de la política en las redes sociales está teniendo consecuencias perniciosas para la convivencia en democracia. A la crisis de liderazgo de la élite y de representatividad de los partidos se une ahora la acción de las redes sociales convertidas en un vehículo para difundir desinformación y mensajes de odio, fomentando la polarización”.

“La polarización política y la incapacidad de diálogo que esta trae consigo se han incrementado sustantivamente, convirtiéndose ya no solo en un fenómeno electoral (…) Altos niveles de polarización representan un riesgo muy concreto para la democracia”, señala.

Debilitamiento de la integración regional

América Latina no ha sido capaz en este más de medio siglo de sucesivos proyectos de integración de convertirse en un actor internacional que hable de forma coordinada en los diferentes foros y escenarios mundiales. El fracaso a la hora de construir procesos de integración capaces de trascender en el tiempo ha conducido a los países latinoamericanos a ocupar una posición periférica dentro del nuevo marco geopolítico mundial que está emergiendo, sostienen los autores del estudio.

La región -guste o no- es contemplada por el resto del mundo como “un conjunto de Estados inconexos”. “No ha existido tampoco un liderazgo o conjunto de liderazgos (el eje México-Brasil nunca ha cristalizado), aceptados por el resto de la comunidad latinoamericana y con capacidad de proyectar Latinoamérica hacia el exterior”, añaden.

“Semejante desunión obstaculiza la aspiración de los países de América Latina a mantener una autonomía estratégica en medio de la pugna entre China y EE.UU. Una apuesta que sólo será viable si: 1) Existe cierta coordinación entre los países de la región para hacer frente al desafío y ante las presiones o injerencias de algunos de las dos súper potencias; y 2) América Latina como actor regional necesita aliados externos que potencien su rol internacional”, concluyen.

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Un problema fundamental adicional, solo mencionando en discursos de ocasión, en «saludos a la bandera», es olvidar el problema ético. Digámoslo con claridad: los países latinoamericanos sufren una terrible carencia de valores éticos, sin presencia en las instituciones sociales, económicas y políticas, además de no sentirse en la justicia, la educación, los medios de comunicación, las redes sociales (instituciones novedosas, pero hoy reinas del terreno de juego social y político).

Hemos perdido el sentido y el valor moral de nuestros actos, especialmente hacia los otros.

Sin su recuperación, en todos los órdenes de la sociedad, no habrá futuro democrático que pensar, mucho menos que construir o vivir.

Vendrán nuevos días, nuevas series de titulares sobre las crisis, sin arreglo posible hasta que enfrentemos y rechacemos décadas de políticas fundamentalmente incompletas por ciegas y deshonestas, que no aciertan en ver la realidad de lo que sucede, de lo que nos sucede.