No basta tener buenas y eficientes organizaciones sino vigilar el ámbito ético-cultural donde están fallando muchos controles

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_ Fue el papa León XIII, con su encíclica Rerum Novarum, quien visibilizó, por primera vez, la llamada “cuestión social”
_ La DSI no es algo hecho, sino que se hace constantemente. Por eso se enriquece en la continuidad.
_ Las ideologías son propuestas cerradas, todo lo contrario a la DSI
_ La Iglesia tiene que entrar en política. El asunto está en cómo hacer política y qué tipo de política nos corresponde hacer

ENTREVISTA DE MACKY ARENAS

_ ¿Qué podemos, hoy, entender como Doctrina Social de la Iglesia?

_ Se trata de un conjunto de principios, de criterios y de orientaciones para la acción en el campo social que emana de la Iglesia pero no tiene sólo una finalidad intraeclesial, sino que se propone en apertura a la humanidad en general. Son círculos que se van abriendo pues algunas son orientaciones muy específicas para los cristianos pero, al mismo tiempo, hay muchos elementos que se pueden compartir y que son objeto de diálogo con personas de otras creencias religiosas, otras no creyentes y, en general, con todo ser humano. En otras palabras, es una doctrina emanada de la Iglesia, pero abierta a toda la humanidad.

_ ¿Cómo se forjó ese compendio de enseñanzas y dónde se explica?

_ Hay un nacimiento “oficial” -por así decirlo- con la encíclica de León XIII, la Rerum Novarum, célebre por haber visibilizado por primera vez “la cuestión social”. Eso fue en mayo de 1891. Pero la doctrina social viene de toda una tradición católica de pensamiento cristiano que hunde sus raíces en el antiguo y en el nuevo testamento. De tal manera que su partida de nacimiento es con León XIII pero era algo que venía preparándose desde siempre. Con este papa, claro, se ofrece la doctrina en un sentido más orgánico y sistematizado. Sobre todo, a partir de las encíclicas de los papas sucesivos y del Concilio Vaticano II. Mucho se ha enriquecido posteriormente. En la actualidad, el Pontificio Consejo de Justicia y Paz, en el año 2005, editó un compendio-síntesis muy bien elaborado. En esta materia hay que entender algo muy importante: la DSI no es algo hecho, sino algo que se hace continuamente. Indudablemente, hay principios que son permanentes pero hay mucha elaboración que se va fraguando con el progreso de la sociedad. Es una doctrina que tiende a ofrecer elementos para la construcción de una nueva sociedad que siempre está por hacerse. Hoy hay problemas que no se planteaban hace 50 años pero que actualmente están sobre el tapete, por ejemplo, la cuestión ecológica. Antes era impensable que la DSI se ocupara de eso, pero hoy el asunto es tan serio que hay quienes han planteado que se llame “Doctrina Social y Ecológica”. Para mí es innecesario porque no es cuestión de títulos sino de fondo.

_ Hay una permanente tentación a confundir la DSI con política o ideología. ¿Hasta dónde se extiende la competencia de la Doctrina Social de la Iglesia?

_ Es un conjunto abierto, imposible de confundir con una determinada ideología o programa político. Es un material disponible para la elaboración de programas completos en el orden social, político y cultural. Ofrece lineamientos generales –no abstractos- con los cuales trabajar en diversos modelos políticos y económicos. Es adaptable desde la Iglesia a las diversas situaciones, por lo tanto, no puede ser monopolizada por grupos políticos. No es un programa de acción política en el sentido estricto; menos una ideología, que siempre están recortadas y demasiado condicionadas por unas determinadas circunstancias. Ellas son propuestas cerradas, lo contrario a la DSI.

_ Cuando se habla de Bien Común –el horizonte al cual se tiende- siempre hay quienes se alarman porque ven allí una especie de aspiración comunista que condena la propiedad privada. ¿De qué se trata en realidad?

_ Me gusta manejar una trilogía para explicar esto. Una está en el campo económico, otra en el político y otra en el cultural. En el primero, podría formularse una comunidad participativa de bienes; en el político, una democracia; y en el cultural, una calidad de tipo ético-cultural. Precisando: una organización solidaria de bienes que conjuga diversos tipos de propiedad y diversos modos de actuación del Estado con respecto a la organización de la economía. Por un lado, se afirma la propiedad privada pero, al mismo tiempo, la función social de la propiedad. Esto, con un principio que es fundamental en el campo económico de la DSI, cual es la destinación universal de los bienes pues Dios los creó para todos, para la humanidad y no para un sector o grupo privilegiados.

_ ¿Cómo se compone eso en el campo económico?

_ Allí es donde se debe trabajar considerando las circunstancias concretas y aprovechando el desarrollo progresivo de la sociedad. Hay planteamientos recientes que hablan de una privilegiación de la DSI por la Economía Social de Mercado. Es una fórmula concreta que se propone, pero lo importante es tener presente el principio de fondo que es el destino universal de los bienes y la orientación pragmática de la sociedad para no quedarse en afirmaciones puramente teóricas, sino buscar las fórmulas concretas que mejor corresponden a un desarrollo circunstanciado de la sociedad, donde se mezclan la propiedad privada y la estatal y colectiva, todo con miras a una economía solidaria en que se superen las desigualdades escandalosas y se logre una realidad económica de bien común.

_ ¿Qué es el bien común, concretamente?

_ Crear las condiciones que hacen posible que las asociaciones y las personas que las componen logren su perfección del modo más ágil y completo.

_ ¿Cuáles podríamos resumir como los elementos básicos de la DSI?

_ Tres: una economía de participación, la organización democrática de la sociedad y la búsqueda de una calidad ético-espiritual y cultural de vida. Todo asentado en una tríada esencial: la solidaridad, la participación y la subsidiariedad. Sobre ese trípode debe estar anclada una nueva sociedad.

_ ¿Por qué la Iglesia no hace política, pero sí opina sobre temas sociales?

Quisiera precisar algo sobre eso de “hacer política”. El término se ha satanizado y se lo tiene como algo dañino o amenazante. Resulta que el ser humano es inevitablemente político. Dios lo creó político. Política es vida en la polis, vida en la ciudad, es decir, la organización de la sociedad para la convivencia. Para ello hay que lograr una interrelación que favorezca el bien común, la justicia y la libertad. La política es inevitable y por eso la Iglesia tiene que entrar en ese campo… a menos que quiera mudarse a otro planeta. El asunto está en cómo hacer política y qué tipo de política nos corresponde hacer.

_ ¿Y cuál es esa?

_ Hay política partidista, está la que se ejerce desde el Estado, y la política en general. Son tres ámbitos. La gente que se dice apolítica ignora que está metida en la política, así no quiera. La inacción y el evadir las responsabilidades ya es una manera de hacer política. El ser humano es social y por ello es político. Desde otro ángulo, hay quienes optan por la política partidista que busca acceder al poder, ejercerlo y mantenerse en él. Otra manera es desde la sociedad civil, que está llamada a hacer política desde los gremios, las asociaciones, las instituciones de una manera reivindicativa, más comprensiva y pluralista.

_ Las organizaciones de la democracia cristiana en el mundo han proclamado que su acción política está inspirada en los principios de la DSI. Aparte de esos partidos, ¿la DSI ha logrado permear en la sociedad?

_ El problema está en que los mismos grupos demócrata-cristianos con frecuencia se han quedado en generalidades. Hace falta operar esa DSI en lo concreto. Hacer programas. La economía de un Estado no se maneja con principios y generalidades por lo que hay que buscar las aplicaciones y su factibilidad. Hay que bajar. Por ello, cuando el bloque soviético se desmorona en Europa del Este, encontró a esos grupos un poco desarmados, sin opciones de organización social que respondiesen a esas nuevas circunstancias. Repito, la DSI necesita bajar a tierra y convertirse en un recurso operable a través de políticas concretas.

_ A partir de su formulación inicial, ¿ha tenido continuidad como cuerpo de propuestas?

_ ¡Por supuesto que sí! Ha seguido un progreso continuo. Desde León XIII hasta la actualidad, ha corrido mucha agua bajo los puentes. Ya no estamos en los inicios de la sociedad industrial, con aquellas masas de obreros marginados y explotados. La transformación del mundo ha hecho emerger nuevas circunstancias que han significado cambios para las organizaciones obreras y para las empresas, pero se mantienen los principios de una economía solidaria, participativa, y el reto es cómo organizar eso incluyendo la actuación del Estado que debe recomponerse a tono con una sociedad que ve la necesidad, por ejemplo, de desestatizar la economía.

_ ¿Cómo puede, la DSI, en este momento tan peligroso que viven tantos países -hablemos del nuestro principalmente- ayudar a superar tanta dificultad?

_ Circunstanciándose. Hay que hacer digeribles esos principios para su aplicación en la sociedad, en el gobierno y en la labor institucional. En un momento de crisis, hay que participar con mayor responsabilidad y salir de las generalidades para diseñar programas concretos que afirmen la necesidad y existencia de la propiedad privada, de una intervención moderada del Estado, de la solidaridad como premisa de la participación económica y la necesidad de superar injustas desigualdades nivelando mejor la economía. De nuevo, circunstanciar los principios y buscar modelos adaptables a las realidades y necesidades de cada momento histórico y cada sociedad.

_ En honor a la verdad, el primer país que se lo tomó en serio, a nivel de gobierno y formulaciones de políticas públicas, fue Alemania con una elaboración muy concreta como la ya mencionada Economía Social de Mercado. ¿Qué opinión le merece?

_ Son experiencias muy positivas que aún serán perfeccionadas con las innovaciones, entre otras, en el campo tecnológico, y las nuevas realidades en el campo social. Hoy en día, Alemania experimenta situaciones que no conocía en los tiempos de la postguerra, el caso de la inmigración, por ejemplo. Es un fenómeno relativamente reciente que no tenían en el radar. Enfrentar eso es todo un reto y la manera de hacerlo no está escrita de antemano, sino que se impone encontrar fórmulas que puedan dar respuestas en la ruta del bien común logrado con el menor costo social. Los fenómenos van surgiendo y hay que hacerles frente. Hay países – como Alemania- que han logrado niveles bastante aceptables de decencia política y decencia económica. Pero no hay que olvidar que Occidente está viviendo experiencias, con corrientes de tipo cultural, muy desestructuradoras para el ser humano. Descomponen la sociedad y no ofrecen puntos de referencia, sólidos y manejables, sobre el futuro del ser humano. Por ello no basta tener buenas y eficientes organizaciones sino vigilar el ámbito ético-cultural donde están fallando muchos controles. Tampoco hay que olvidar que la democracia y la sociedad siempre son perfectibles para buscar niveles más altos de realización humana.-