LA CARTA PASTORAL DEL ARZOBISPO ARIAS BLANCO EN 1957 Y SUS REPERCUSIONES HISTÓRICAS
Cercana la primera mitad del año 1957 se presentan los atisbos iniciales del destino final de la dictadura perezjimenista.
Será nada menos que la Iglesia Católica la que lanzará la primera piedra el primero de mayo de aquel año, cuando el Arzobispo de Caracas, monseñor Rafael Arias Blanco, publica su carta pastoral criticando la difícil situación de los trabajadores -y de los venezolanos en general- y haciendo algunos muy serios reparos a la actitud del gobierno del general Marcos Pérez Jiménez.
Hasta entonces, aquella dictadura parece consolidada. Son varios los factores que influyen al respecto, principalmente la circunstancia de que el Estado venezolano cuenta a la sazón con grandes recursos financieros como nunca antes y ha construido autopistas, edificaciones y obras de urbanismo fundamentalmente en la capital venezolana, todas ellas planificadas por gobiernos anteriores. Son recursos que provienen de una abultada renta petrolera en virtud del aumento de su producción, las nuevas concesiones y la crisis del canal de Suez. Pero, al lado de esta gran vitrina que exhibe la dictadura, están también ocultos sus oscuros lunares: presos políticos, torturas, asesinatos, exiliados, pobreza, crisis sanitaria y educativa, abandono del campo, crecimiento de los cinturones de miseria en las grandes ciudades, etc.
Será en medio de este contexto que el Arzobispo de Caracas publica su Carta Pastoral. Se trata de un documento breve, pero preciso y contundente, que fue leído el Día del Trabajador en los distintos oficios religiosos cumplidos en iglesias y capillas de todo el país. Su mayor énfasis lo hizo en la realidad sociológica imperante entonces, caracterizada por el acelerado incremento de la población urbana y la consiguiente reducción de la población rural.
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