En el mundo hay un auge de la “antipolítica”, que, evidentemente, no es otra cosa que una posición política. Hoy abundan los que hacen política afirmando, sin ruborizarse, que no son políticos. Fernando Savater decía que:” La decepción de la política trae la búsqueda de figuras que, partiendo de ella, le prometen a la gente que la van a salvar de la política, en lugar de tratar de hacer una mejor política. Yo desconfío profundamente de esos personajes, que siempre dejan a la ciudadanía en una condición de tutela y vasallaje.” Fidel Castro dijo una vez:” No somos políticos, hicimos la revolución para echar a los políticos”, Francisco Franco: “Haga como yo, no se meta en política” y Hitler: ¿Política? Yo ya no hago política. Me repugna”. En efecto, la antipolítica es una posición política no democrática. Ahora bien, la antipolítica tiene también su explicación en el auge extraordinario de la corrupción política, que tiene que ver con la profunda crisis ética de la sociedad contemporánea, narcotizada por un vulgar consumismo hedonista que, a su vez, fomenta una codicia desenfrenada y sin límites. La corrupción es un fenómeno inherente a la naturaleza humana y que, por tanto, ha estado y estará presente en toda sociedad. Sin embargo, la historia demuestra que es posible limitarla y reducirla. La triada compuesta por la democracia, un Estado de derecho eficaz y una economía de mercado, con solidaridad social, es el antídoto más efectivo para combatirla. Estoy de acuerdo con Karl Popper cuando nos dice que:” “el marco moral” es la piedra miliar de la cual dependen la solidez o la precariedad de las instituciones democráticas”. Sin embargo, para enfrentar, con éxito, la corrupción, no bastarán el necesario esfuerzo en la formación ética de los ciudadanos y los llamados a la “virtud pública”, si no fortalecemos y agilizamos los obsoletos procedimientos jurídicos nacionales e internacionales, que favorecen la impunidad de los corruptos. También es absolutamente indispensable, particularmente en América Latina, mejorar los sueldos y, en general, las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos. Los anglosajones tienen un dicho popular: ”If you pay peanuts, you get monkeys”, que podríamos traducir libremente: “si pagas con maní, consigues monos”. Hay que ayudar al honesto a permanecer honesto, especialmente en un mundo contaminado por la “danza de los millones”, provenientes de la criminalidad organizada. América Latina necesita menos servidores públicos, pero mejor pagados. En Singapur, uno de los países más exitosos del globo, hay pocos ministerios, pero el sueldo de un ministro alcanza los dos millones de dólares anuales.
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